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RSG: Nací el 12 de junio de 1952, en Madrid, en una clínica del barrio de Arguelles donde vivía mi familia paterna. Me bautizaron en Madrid, en la Iglesia del Buen Suceso. Mi padre era extremeño y mi madre de Albacete. Mi padre era agente comercial y viajaba mucho, entonces mi madre dijo, que, para estar sola en Madrid, mejor estaba en Albacete con su madre y sus hermanas.
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P: Esas revueltas estudiantiles, ¿las viviste como mera espectadora o ya se te había despertado cierta conciencia política o social?
RSG: No, era más espectadora. Lo que pasa es que cuando vives eso, pues te vas sensibilizando ¿no?, pero ya he dicho antes que era muy estudiosa. Estudiaba muchísimo.
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P: ¿Cómo se encuentra usted el museo cuando la nombran directora y qué retos se plantea para imbricarlo en el tejido cultural de la ciudad?
RSG: Yo tuve la gran suerte de aprender de Samuel de los Santos, que era un gran museólogo. Tenía una idea muy moderna de lo que tenía que ser un museo. Su padre había sido el director del Museo Arqueológico de Córdoba.
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Al Archivo Histórico iban a investigar Aurelio Pretel, Luis Guillermo García-Saúco, Alfonso Santamaría Conde, Miguel Panadero…, Paco Fuster y de ahí va surgiendo la idea, también con Samuel de los Santos, de combatir la sequía histórica que había en Albacete.
En 1975 se crea la revista Al-Basit que se hace con un gran esfuerzo personal.
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P: ¿Cómo ha compaginado su trayectoria profesional con su vida personal?
A lo mejor porque he sido toda mi vida muy luchadora, muy emprendedora… y tengo un defecto: que no sé decir que no. Y, por ejemplo, en política había otras mujeres que eran tremendamente activas, y yo era una más.