Adela Arráez Silvestre

Enfermera de profesión, se considera una mujer adelantada a su tiempo y que siempre ha hecho lo que ha querido.

Fecha de entrevista: 09/06/2015

Comarca: Corredor de Almansa y Monte Ibérico
Municipio: Almansa
Año Nacimiento: 1934
Género: MUJER
Entrevistadora: Ester Pérez

Nací en Almansa, en la calle San Fabián, el 26 de enero de 1934
¿Ha vivido siempre aquí? ¿No ha tenido nunca la inquietud de salir de aquí?
Tuve inquietud de irme en una época, cuando acabé la carrera, pero entonces el que mandaba en casa era mi padre y no me dejó.

¿Cuándo empezó a ir a la escuela?
Pues de bien pequeña, pero como era la guerra pues la escuela estaba en las calles, y ni siquiera eran maestras las que daban clases.

Y luego me fui a las monjas, hasta 5º porque no hice Bachiller. Y de ahí me tuve que salir de las monjas y me fui a Don Venancio que era un profesor particular que preparaba a los chicos y a dos chicas. Ellos se estaban preparando como factores para la Renfe, y a nosotras para saber un poquito más.
¿Cómo recuerda la vida familiar cuando era usted pequeña?
Muy buena, aunque estaba la guerra. Mi padre era un contable que trabajaba mucho. Iba a la fábrica de calzado de aquí, a Coloma. Era listísimo sin haber estudiado, y nunca nos faltó de nada, ni en la guerra, ni antes ni después. Lo único es que era un poquito recto, había que hacer lo que él decía.

¿Y qué estudió luego?
Cuando terminé yo quería ser comadrona. Pero para eso tenía que hacer un Bachiller y,  os voy a ser muy franca, a mi me gusta leer pero estudiar no me gusta, repasar dos veces la misma cosa no. Entonces lo dejé e hice Enfermería.

La decisión la tomé yo. Mi padre hizo lo que pudo también por mis hermanos porque cada uno tiene su carrera uno es óptico y el otro era profesor del instituto porque era matemático. Nos dio carrera a los tres.
Mi padre era muy liberal. Nunca le oí decir que la única salida para una mujer era el matrimonio. Siempre nos decía que teníamos que poder defendernos nosotros mismos.

¿Eso no era muy normal en esa época, no?
No, yo he sido muy liberal. Desde jovencita, yo no he sido de mi época. He vivido en mi época y he tenido que hacer lo que me decían, pero no lo pensaba así. Y hoy sigo sin pensarlo.
¿Le hubiera gustado nacer 40 años más tarde?
Si. Tampoco pasarme como nos hemos pasado, pero yo he sido muy liberal y he vivido mi vida a tope y como he querido, sin pensar en el que dirá la gente.

 ¿Qué recuerdos tiene de la guerra?

Muy poquitos porque yo tenía tres años. Me acuerdo de que me bajaban a la bodega y me escondían en la vasija con mi hermano que era más pequeño porque había que tener las puertas abiertas para que los milicianos pudieran entrar y salir,  porque si la veían cerrada la tiraban a tiros.
¿Se hablaba en su casa de política?

Nunca. Nunca supe que mi padre era una cosa que me enteré después. Él era republicano, pero jamás se habló de política. Me enteré ya de muy mayor y en una época en la que daba lo mismo.
Yo no soy republicana. Yo soy de derechas. Yo me crié en una época y era franquista. Me metieron mucho la historia de José Antonio y de Franco en un momento muy malo, con doce años. Yo era una camarada falangista porque tenía que ser falangista para poder trabajar. Yo trabajé en el "18 de Julio" de enfermera, pero si no tenías el carnet de falangista no entrabas.

¿Dónde estudió Enfermería?

La estudié libre en el hospital y me examiné de las primeras en la Facultad de Medicina de Valencia, que la inauguraron en el año 1953. Sólo estaba en la Universidad la Facultad de Ciencias y la de Medicina.

Donde yo iba a trabajar que era el " 18 de Julio" en el momento en que te casabas tenías que salir de allí. Tenía ese reglamento. Yo esperé que se casara una compañera y cuando ella se fue entré yo, en el 56.

Pero durante esos tres años estuve de modista y enseñando el corte porque mi padre me hizo que hiciera de todo.
Y con lo liberal que dice usted haber sido y es ¿cómo vivía ese tipo de imposiciones y normas que conculcaban las libertades y derechos de las mujeres?
En esa época era así. Había que obedecer. Se puede ser liberal y ser obediente porque tampoco puedes vivir riñiendo siempre, ¿no?
¿ A qué edad se fue usted de casa de sus padres?

Uhhh, muy mayor, a los 35 años. Yo conocí a mi marido y me enamoré de él, pero como no lo querían no me daban permiso y como entonces la mayoría para poder casarse eran los 26 pues me esperé, pero me casé con quien quise, cuando quise y cómo quise.
¿Quién no lo quería?
Mis padres, mi familia. En realidad como padres llevaban razón. Ellos vivían muy bien, tenían un comercio, pero se vino abajo y ninguno de los cinco hermanos encontró trabajo y a mi marido le gustaba mucho el coche y no hubo quien le diera un coche. Trabajé yo por él. Yo le quería mucho y no le iba a dejar por eso. Además me impuse yo y dije si tiene que trabajar uno de los dos qué más da quién trabaje. Aunque entonces aquello no se veía bien. Me quitaron todo lo que me tenían que quitar pero me daba igual.
Me casé y fui la mujer más feliz del mundo. Ojala viviera y me estuviera oyendo.
¿Usted llevaba la casa y la mantenía?
Sí. Y recuerdo una vez que se puso enfermo y como no tenía seguridad social lo puse en mi cartilla.
¿Cuando se casaron compraron la casa?
No, la casa era de mis padres. Con lo que ganábamos no nos lo podíamos permitir.
¿Se acuerda de cuánto ganaba?

Sí, yo en el año 56 ganaba 600 pesetas y cuando me casé 900.

¿Qué recuerda de cuándo empezó a trabajar, cómo era su trabajo?

Yo estudié para curar, pero en aquella época mi trabajo consistía en ponerle la bata al médico, servir al médico, hacer recetas…Lo que te mandaba el médico. La mujer no estaba valorada.
Una vez se nos fue la calefacción del ambulatorio y las cinco que trabajábamos allí decidimos ir a hablar con el director para decirle que si no se arreglaba el tema no se subía a la consulta. Y nos plantamos. Hicimos una especie de huelga, pero el director que dijo que nos iba a apoyar, subió el primero,  y subieron al final todos los médicos, y entonces nos consideraron como elementos subversivos y nos quitaron tres días de haber.
Entonces escribimos una carta a Madrid para explicarles cómo estábamos aquí, que no nos daban batas, ni zapatos, ni bolis… y nos quitaron de ser elementos subversivos y pusieron verde al director…
¿ Y cuando usted se casó se tuvo que ir del hospital cumpliendo las normas?

Cinco meses antes de casarme, que fue en mayo del 66, salió una ley que suprimía esa condición y equiparaba a la mujer en derechos. Y cuando me lo dijo Mariano Mancebo que era el jefe del 18 de julio, pues me dio mucha alegría porque si no iba a seguir yendo a trabajar pero de tapadillo, es decir, sin decir que me había casado.
Pero eso era  terrible porque truncaba la carrera profesional de las mujeres ¿no?
 Por supuesto. Por entonces nosotras decíamos “Siempre solteras”. Cuando vine del viaje de novios tenía  en el banco 9.000 pesetas, que en aquellos tiempos eso era una barbaridad, y era por el premio de nupcialidad. Antes daban premio por casarte y por tener hijos, pero no tuve.
¿Por qué no tuvo hijos?
Porque no podía. No me gustan los niños pero me hubiera gustado tener hijos de mi marido, que lo quería mucho.
Era usted muy revolucionaria porque ese episodio del hospital que me ha contado…

No éramos revolucionarias, éramos valientes. Meterte a trabajar en febrero, siete horas, sin lumbre, pues eso era una burrada. Y no pasó ni un día, ni dos de tres… Luego nos pusieron las bombonas de butano.
¿ Y cómo fueron los años de noviazgo, cuándo conociste a tu marido… cómo os divertiáis?

Nos íbamos al Principal, al cine, al baile…nos dábamos vueltas por el jardín. No teníamos otra cosa. Como las enfermeras éramos un poco así más modernitas, nos íbamos a la sesión vermut los sábados y los viernes al mediodía.Y reuniones en casa, bajo vigilancia de los padres, claro.
¿Conserva la amistad con sus amigas de entonces?
No, cada una lleva su vida.
A mi marido le gustaba mucho la caza y las fiestas para mí eran irme de caza con mi marido. El tiro no me iba, pero me quedaba en casa.
Además de trabajar, ¿se ocupaba usted de las tareas de la casa?

Si. Lo único que me venía mal era hacer la comida, y eso me lo hacía mi madre y después me lo hizo mi suegra, porque yo salía de trabajar  a las 2 o las 3 de la tarde, comía, y después me iba a poner inyecciones toda la tarde hasta las 10 de la noche.
¿Su marido encontró luego trabajo?
Dónde lo llamaban. Era chófer, le gustaba mucho el coche y trabajaba como eventual.
Hábleme de su profesión, porque usted acabó siendo enfermera pero quería ser comadrona.

Yo tenía una madrina que era comadrona y ella me influyó mucho para que me hiciera sanitaria, pero como no quería estudiar pues me hice enfermera. Y mi profesión es lo que más me ha gustado. He estado trabajando 38 años divertida. Me lo he pasado muy bien.
Y los médicos pues eran de aquella manera, pero como he vivido las dos épocas, te aseguro que no tiene nada que ver.
En esta última etapa, teníamos más autonomía porque en el año 84 nos hicieron de Atención Primaria pero como  no sabíamos lo que era eso tuvimos que hacer unos cursillos para podernos reciclar y entonces pasamos a ser parte de un centro de salud de atención primaria. Ganamos en autonomía porque salimos de la consulta del médico para tener las nuestras.

¿Qué cambios ha experimentado la ciudad de Almansa?

Ha sido una transformación muy grande. Donde hay ahora un parque estaba la fábrica donde trabajaba mi padre, la de Coloma. Las casas eran todas muy bajitas, y mayores.  Las calles no estaban asfaltadas que eran de tierra, no había alcantarillado. Hay muchas dificultades con el agua que antes no había.No había mercado y ahora hay un gran mercado.
¿De qué se vivía aquí?
De esa fábrica de zapatos. Del zapato y de la agricultura. Se cultivaba cereal, olivar, almendra…El campo no lo quería nadie pero la tierra no se ha perdido porque la han ido comprando y se ha concentrado entre varios propietarios.
¿Aquí ha habido siempre mucha economía sumergida?

Ha habido, hay y yo creo que habrá. Es que antes Hacienda no existía como ahora, había cosas por las que no se tenía que cotizar. Por eso mi padre nos pudo dar carrera porque él después de salir de su trabajo llevaba la contabilidad de cuatro o cinco sitios. Pero eso no contaba, de eso no se pagaba, no se declaraba.
Y se ha seguido haciendo lo mismo. Y te lo digo porque lo he vivido, pero se hace. Hablan de crisis, y de gente pobre, pero yo aquí a la gente pobre no la veo. Están los bares llenos, las cafeterías… yo veo que hay un nivel bastante alto. Claro está que me pueden oír personas que tengan un nivel muy bajo y sé que van muchas personas a Cáritas y a Cruz Roja para que les den comida, pero no se ve.
Yo he sido de Cáritas, de la Cruz Roja. He estado de voluntaria.
Y la religión, ¿ha tenido un peso importante en su vida?

Sí. He sido católica y soy católica. Voy a la Iglesia, oigo misa…para mi el sacerdote es como si fueras al abogado, que si necesitas algo pues le consultas. Pero para mí escuchar una misa es mi religiosidad. Si puedo hacer una obra de caridad la hago y si puedo dar lo que tenga lo doy, pero no me meto en la vida de nadie.
A mi por ejemplo me hubiera gustado que los sacerdotes hubieran estado casados y así no tendríamos que ver tantas cosas como hemos visto.
¿Hay algo más que cambiaría?
Muchas cosas…Mira una de las cosas que cambiaría es enseñar desde muy pequeños a los niños todo lo bueno que hay.  Porque si se empieza desde pequeños es muy probable que no cambien. Lo que crees de pequeño lo sigues haciendo de mayor, los valores que se adquieren de pequeños los vas a tener siempre. Yo he querido muchísimo a mi padre aunque era muy recto. Pero él me solucionaba todo.

¿Le gusta la política?

No. Me gustaría si fueran justos. No la entiendo. 

¿ Le gusta viajar?

Si mucho pero ahora no tengo ganas. Me ha gustado muchísimo, he visto toda España. Hemos tenido coche, piso no, pero coche sí. Mi marido me ha llevado a todos los sitios, pero fuera no, sólo Portugal. Mi marido no cogía el avión ni el barco. He ido a Palma de Mallorca, pero me he ido sola. Me dio permiso y me fui.
Necesitaba usted permiso de su marido?
No, jamás. Pero se lo decía y él me decía que muy bien.
¿Presume usted de ser almanseña?
Me gusta todo, lo que no me gusta es cómo están algunas calles. Se acuerdan de las del centro, pero de las más apartadas no.
Me decía antes que era su madre y su suegra quienes le hacían la comida ¿le gusta cocinar?

¿Y de la gastronomía típica almanseña?
Me gusta toda. La que hay ahora nueva no la conozco pero la tradicional me gusta toda. Me pongo a comer gazpachos y me pongo redonda.
¿Sabe hacerlos?
Deshacerlos y hacerlos. Una vez a la semana como gazpachos en la labor y me gusta comérmelos en la torta que es donde se comen.
¿Hay mucha influencia levantina en Almansa?

Mucha, más que de La Mancha. Hay muchas palabras que usamos que son valencianas, las fiestas de hoy en día también son levantinas. Además, cuando yo estudiaba no éramos de La Mancha, sino de la región de Murcia.
¿Y del colegio que me puede contar? 

Íbamos a las monjas. Muy buenos recuerdos de las monjas y de mis compañeras. Menos una, el resto eran buenas. Jugábamos a las agujicas de colores, las teníamos que cruzar. Luego te castigaban y te ponían con los libritos en cruz. Había mucha disciplina, pero también éramos desobedientes porque nos castigaban y nos salíamos al jardín por la ventana. Tenías que rezar al entrar…Se rezaba el Angelus por la mañana. E íbamos a la catequesis porque nos gustaba, no como ahora que tomar la comunión es sólo pasar un día.

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