Consuelo Gandía Campos

Empezó ayudando de chiquilla en la alpargateria de su padre y continuó trabajando toda su vida, limpiando, sirviendo,en la vendimia...etc.Ama de casa, madre de dos hijos y entusiasta de su pueblo.

Fecha de entrevista: 10/06/2015

Comarca: Corredor de Almansa y Monte Ibérico
Municipio: Montealegre del Castillo
Año Nacimiento: 1934
Género: MUJER
Entrevistadora: Ester Pérez

Nací en Montealegre del Castillo, el 26 de agosto de 1934. Tengo 80 años.

¿Fue usted a la escuela?

Fui poco al colegio, pero fui algo. Mi padre era alpargatero y como había poco y yo era la mayor... tenía que ayudarle. 
Mi padre quería que aprendiésemos  a leer  y que nos supiéramos defender. Y me decía: vete a la clase, que te den lección y te vienes. Iba pero en seguida me volvía para casa,  aprendimos poco.

¿Tenía más hermanos?

Éramos cuatro. Dos chicos y dos chicas. Yo era la mayor y uno de mis hermanos  nació en guerra.  A mi padre lo encerraron por la sencilla razón de que era socialista. Pero era el hombre más honrado y más justo del mundo, no quería lo que no era suyo y ayudaba a todo el mundo. Él era presidente de la casa del pueblo y durante la guerra le dijeron que se tenía que quedar porque no había hombres en el pueblo.


¿Cómo salió la familia adelante?

Se puede usted imaginar mi madre con tres… Mi tío estaba en la finca de La Piñuela, hermano de mi padre, de labrador, y dijo mira nos vamos a llevar a la nena, porque mi madre no podía darnos de comer a todos. 
Me fui con mis tíos y mi madre se quedó con mi hermana y embarazada de mi hermano. Imagínese, cuando nació mi hermano; mi padre en la cárcel, mi hermana pequeña…y mi  madre tenía que hacer de todo la pobre, ir a espigar, a sembrar, a escardar… un desastre y un sufrimiento terrible.
Cuando salió mi padre de la cárcel le quitaron el género que tenía. El alcalde de entonces, Feliberto Sánchez le quitó todo el género que tenía para hacer las alpargates: la soga, la lona, la pana, el hilo, la cosedera… todo. Se lo quitaron y se lo dieron a otro que lo llamaban 'carasoles' que era del gremio,  y a mi madre la dejaron sin nada, con las cuatro paredes.

¿No pudo su padre entonces retomar el negocio?

Cuando salió para poder salir a delante tuvimos que hacer de todo. Él hacía las alpargates para gente del pueblo y para tiendas también. Había una señora, Magdalena Montes, que era tía del alcalde de ahora que era muy buena mujer y le decía: hazme los que tengas que hacer y yo te los voy vendiendo, Pero le tenía que dar el dinero por adelantado porque no tenía para comprar el material.

¿Tiene buenos recuerdos de la infancia, a qué jugaban?
Para mí no ha habido juegos. Para mi los juegos era hacer las zapatillas, irme a espigar… Cuando nos íbamos a vendimiar, cuando se empezaba a hacer de día  teníamos que salir andando que tardábamos más de una hora en llegar y a las ocho ya estábamos en la sierra y todo el día vendimiando sin parar. Y cuando llegábamos al pueblo ya estaba el sol puesto y la gente cenando en sus casas. Entonces yo llegaba y tenía que lavarme, cenábamos,  y en seguida me ponía a prepararle la faena a mi madre porque ella no sabía hacer las bigoteras, la puntilla que se ponía en la punta en las alpargatas para que no hiciera daño en el pie. Porque había que hacer las zapatillas, para venderlas y para poder comer. Así fue la misión…

Luego pues sirviendo en una casa, limpiando. Y yendo al lavadero, que está a una hora del pueblo con el capazo en la cabeza. Me lo tenían que cargar entre dos porque yo sola no podía de lo que pesaba.

¿Cuándo se fue de casa de sus padres?

¿Cuándo me fui? No me he ido nunca. Me casé y me quedé allí. Mi marido se iba al campo a coger esparto y a hacer hoyos y yo me quedaba allí pues a hacer alpargates.

¿Cómo conoció a su marido?
A mi marido le conocí en el pueblo. Pues ná, uno más. Nos hicimos novios y ya está. Él iba  a segar, a coger esparto... y cuando nos casamos nos quedamos allí en el pueblo. Vivíamos en la calle La Florida.


¿Pudieron comprarse una casa o  la alquilaron?

Vivíamos de alquiler. La casa vino...Madre mía! No trae tela eso... El por la mañana cogía su bicicleta y se iba a trabajar a lo que tocara, porque él era muy trabajador. Y yo me quedaba en casa, limpiaba y ordenaba un poco la casa y luego me iba a casa de mis padres, a ayudarles un poco y luego ya  comíamos allí.


¿Esa situación de dificultad era generalizada en Montealegre o había diferencias?

Era muy generalizada, se pasaba mucha hambre.

¿Había enemistades entre los vecinos?

En el barrio donde nosotros vivíamos éramos todos de un mismo estilo, había unión y nos apreciábamos todos porque todos estábamos en las mismas condiciones.

¿Y usted cuántos hijos tuvo?

Dos mi Pepe y mi Pepa. Mire usted tener dos hijos y ponerles José y Josefa.

Imagino que también fue duro sacarlos adelante

Los pobrecicos también pasaron lo suyo; se iban a vendimiar, mi Pepe con los albañiles… Todos los trabajos son dignos, pero mi Pedro quería que nuestros hijos se supieran defender, que se supieran desenvolver, que pudieran hablar con cualquiera  y que pudieran escribir una carta. Mi marido decía que tenían que vivir de su trabajo porque son pobres y tenían que trabajar, pero quería que tuviesen otro nivel de vida. 

¿Cuénteme cómo era la vida en Montealegre?

.
Pues vivían del campo.  Los que tenían fincas propias pues de sus tierras y los que no,  pues de echar el jornal. Había mucha calamidad porque había muchos pobres que tenían que  ir a coger esparto, un haz de leña…

Los que eran de su... esos iban para adelante, pero los que  éramos éso...

 ¿Qué eran?

Pues éso, de la parte contraria, que no éramos de su gusto. Ser rojillo? Ni ná, todo eso y una! Eso era un delito muy grande aunque fueras el más honrado del mundo.

¿Cuándo cambiaron allí las cosas porque Montealegre tiene fama de ser un pueblo muy trabajador y emprendedor?

Eso sí. La gente es muy trabajadora, no les da miedo el trabajo, y a toda la gente que va se la atiende muy bien.

Dicen que es el pueblo de las tres mentiras porque  ni tiene castillo, ni monte, ni es alegre. Tiene su castillo, aunque se hundió y luego hicieron allí una cosa que ni es castillo ni ná. Nada más que gastarse los cuartos... Y tiene su monte, con sus pinos. Y es un pueblo bien rebonico. Tiene un santuario precioso, donde está nuestra virgen.

Y un lavadero hermosísimo, con una cantidad de agua que caía! Allí ibas a lavar y ni lavadora, ni suavizante ni nada. Como aquello con jabón de sosa, se quedaba la ropa...que cuando te acostabas en las sábanas daba una sensación de limpieza...

Que las sábanas no había más que aquéllas, que había que lavarlas, tenderlas y cuando se secaban las ponías otra vez. Que no había de quita y pon! eso era un delito.

Mi madre se levantaba de la siesta y se iba con todo el solanero. Llegaba al lavadero, se quitaba la bata, que sólo tenía una, la lavaba y la secaba y volvía con su bata limpia.

De las sábanas, se aprovechaba todo. A base de remiendos se hacían otras. Y mi madre nos hacía las bragas de los retales de las camisas de mi padre.

¿Y cuándo se fue usted con su marido, su casa tenía más comodidades?

Una casa sin agua corriente, sin váter y sin nada. Mi marido cuando venía de segar, para ducharse ponía  yo agua a calentar, se metía en un barreño grande y yo con el jarro lo enjabonaba y lo lavaba...esa era la ducha. Pero él cuando venía del campo todos los días se tenía que duchar.  La camisa se la quitaba y se quedaba casi de pie del salitre del sudor y yo en la pila la lavaba puño puñete.

¿Y se acuerda cuándo compraron la primera lavadora porque eso sería una fiesta, no? 

La primera lavadora me la llevé de casa del médico que la iban a tirar y dije: No señora, esto no se tira que me la llevo yo. Y decía que ya no valía. Ná, aún la tengo

¿Hubo mucha gente que tuvo que emigrar?

Mucha, a Elda, a Elche... mucha. Había mucha gente pobre que tenían muchos hijos porque como no había trabajo en algo se tenían que entretener. Pues en éso, en traer hijos! Pa nuestra vejez, decían. Había familias que tenían diez u once hijos!

¿Y usted  dónde dio a luz?

En mi casa. Me atendió el médico Don Luis

¿Había comercios en Montealegre?

Sí. Estaba María la de Eloy, la Reme, Pedro Montes, la Magdalena. Vendían de todo: bacalao, arroz, judías, alpargates...

¿Y venían con frecuencia a Albacete?

Eso de ir a Albacete era artículo de lujo.

¿Cómo son las fiestas y qué tradiciones hay? 

Las fiestas pues eso, lo mejor es lo de traer a la Virgen de Consolación. Salimos todos a recibirla y subimos desde la gasolinera andando. 

¿Que són los sequillos?

Los sequillos y los libricos de miel.  La receta la tienen en el horno...Con huevo y aceite. Los trabajan mucho. 

Y los libricos...Mi madre era librera. Tengo yo los hierros. Era muy buena librera. Los hacía y los vendía a la gente y a los bares que se los encargaban.

¿Es usted religiosa?

Sí. Yo creo en Dios y en la Virgen y en hacer el bien a los demás y no querer lo que no es mío. Que eso es lo que hace a las personas ser honradas y decentes. Haz el bien y no sepas a quién. Eso es lo que mi padre me enseñó. Nos decía: Os tienen que mirar a la cara, no a las manos.

¿Qué consejo les daría usted a los jóvenes de hoy en día?

Que trabajaran y se hicieran honrados, y que se dejaran de drogas y de esas tontunas.

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