Josefa Ramirez Verdejo

Sus padres eran los dueños de la posada de Pétrola. Durante toda su vida se dedicó a trabajar,  limpiando y cuidando de sus padres y sus dos hijos. Falleció el 12 de enero de 2016.

Fecha de entrevista: 10/06/2015

Comarca: Corredor de Almansa y Monte Ibérico
Municipio: Pétrola
Año Nacimiento: 1924
Año Fallecimiento: 2016
Género: MUJER
Entrevistadora: Ester Pérez

Nací en 1924, en la calle San Bernabé. En esa casa de enfrente...Si yo vengo de gente rica, pero se lo gastaron todo...Era de mi abuelo

¿Fue usted a la escuela?

 Me gustaba mucho la escuela. Aunque... no te creas que no disfrutaban los maestros, menudos palmetazos te arrimaban en la mano. Cuando estabas hablando y te llamaban, ya sabías para qué ibas. 

¿Iban muchos niños y niñas a la escuela?

Pocos, pero en mi casa sí. Todos sabemos leer y escribir porque en mi casa la escuela era lo primero.

Tenía yo una profesora que estaba harta de que me diera palmetazos. Eran muy malas algunas. Una vez me llamó para darme y le dije que no ponía el brazo porque no me daba ya más. Y discutí con ella y le dije: La escuela no es de usted es del ayuntamiento. Usted no me pega más porque no quiero. Y empezó a despotricar y cogí un tintero y se lo tiré. 

Mi padre no se enteraba de nada. Le teníamos mucho respeto.  Mi madre era una persona buenísima del tó, de lo que no se ve.

¿A qué se dedicaban sus padres?

Teníamos una posada. Venía gente a comprar azafrán, jamones, sacos de cebada…La tierra no la trabajaba porque no le gustaba. Mi madre ha trabajado como una negra, y darle a toda la gente. Entonces venían a cobrar la contribución a los pueblos y a lo mejor se pasaban ocho días. Y uno le decía a mi madre: Nieves usted no me cocine aparte que de todo lo que llevo corrido como aquí no como en ningún sitio.

La posada se estaba cayendo a trozos porque era vieja. Y en la plaza había una nueva y no iba nadie. Los amos tiraban tarjetas y papeles: Habitaciones espaciosas y ventiladas. Pero estaban vacías, por algo sería.
Mi madre era una cocinera buenísima, y trabajadora para sacar a toda la cuadrilla adelante.

¿A qué se dedicaba aquí la gente?

A la siega, a traer la paja, a sembrar a mano…a la agricultura…Y a pedir, había muchos pobres.

¿Se pasó mucha hambre en Pétrola en la postguerra?

Mucha. Había cuatro que vivían bien y tenían a la gente explotándola por cuatro perras. 

¿Hasta cuándo fue usted a la escuela?

Hasta que me echaron. A  los doce años. Yo quería ir a la escuela. Era muy amiga yo de las maestras. Tenía una de Madrid que nos traía caramelos de Madrid. De chompa, con la izquierda. El primer día que fui a la escuela me vio y me ató el brazo y me puso a hacer palotes con la derecha. Ahora da igual, pero antes no querían los maestros que hubiese críos zurdos. Y le estaré agradecida toda la vida.
De la escuela me gustaba todo.

Y cuándo dejó la escuela ¿a qué se dedicó?

Pues ahí en la casa, trabajando más que una negra. Porque la casa era muy vieja, pero como era pública había que limpiar. Me quedé de fregona. Todos mis hermanos se buscaron un enchufe menos yo, que estaba siempre allí con mi madre, hasta los 38 años. Incluso cuando me casé, como se quedaban solos, pensé: madre mía ahora la vejez, y solos… Y mi marido y yo nos quedamos con ellos.

¿Dónde conoció a su marido? Y cómo se conocieron?

Bufff…Como esto es pequeño. Él no era de mi cuadrilla era de otra. Y mis amigos comentaban: madre mía que hemos estado aquí guardándolas y nos han traicionado,  con el primero que aparece… Y nos dejamos a los guardianes de toda la vida. Y me hice novia de mi marido.

¿ A qué se dedicaba su marido?
Pues a trabajar. En el alambre…Aaaayyy… (risa) Habrá cargado más camiones de cebada…más kilos en la espalda llevaría ese hombre. Era muy trabajador y muy buena persona. Vivíamos también en la posada
Luego ya me compré esta casita. Mi madre decía que a mi marido lo querían como un hijo. Nunca nos vio discutir. Yo con mi marido no he discutido nunca, nunca, nunca…Él decía: Pues mira Josefa, esto. Y yo decía: lo veo bien. Le daba siempre la razón y luego hacía lo que yo decía, pero de momento el brote ese se le pasaba.

¿Y la casa se la hicieron ustedes o la compraron ya hecha?
Estaba hecha. Pero hecha un cadáver. Nos ha costado mucho gobernarla. 

Y volviendo a cuando se terminó la guerra, más hambre no se pudo pasar.

¿Se fue mucha gente?
Uhhhh… A Barcelona. Se fue mucha gente. Todo el barrio aquel de las cuevas se quedó vacío.
Luego hubo dos años de sequía porque no llovió y hubo un año de hambre… que emigro mucha gente.

¿Y cómo se las apañaban?

No lo sé, no trabajan, ni hacían nada…Se pasó mucha gana aquí cuando terminó la guerra. En guerra no pasamos gana. Fue después.

¿Hubo muchas enemistades en el pueblo después de la guerra?

No, no, aquí no mataron a nadie. Y cuando vinieron ellos como no habían matado, los otros tampoco tuvieron que matar. Se lleva la gente bien aquí.

¿Cuando eran jóvenes qué hacían, cómo se divertían?

Había bailes. Nos colábamos porque éramos pequeñas y el alcalde no quería que fueran crías al baile.
Hemos sido siete amigas y seguimos siéndolo y no hemos reñido nunca. Cómo hemos podido ser unas personas que nos hemos querido y nos seguimos queriendo.

¿Cuántos hijos tuvo usted?

Dos. Pero tuve muy mal empiece porque tuve dos hijos muertos.
Di a luz en mi casa, no había otro sitio. Aquí había médico, comadrona y practicante. Asistencia médica nunca nos ha faltado aquí

Hemos sido un pueblo muy organizado. Yo no he estado en otro, pero…Antes había más comercios que ahora. Trabajan mucho la libreta... donde apuntaban lo que no les pagaban y suma sigue.

En esa calle, a la entrada, que ahora es un banco, ahí había un casino y ese era el casino republicano, el de izquierdas. Y en frente de la Iglesia estaba el otro, el de las derechas.

Pero las mujeres no iban, no?
Las mujeres en la casa, y a críar hijos. Hala! Siete u ocho…

No teníamos lavadero por aquí cerca. Cuando había ropa grande, de sábanas y eso nos íbamos al campo que había una zona con muchas losas. Iba un hombre y cobraba 5 ó 10 céntimos a cada uno porque se encargaba de limpiar, era un poco marusango… de la acera de al lado…
Pero vivíamos bien, dentro de todo, vivíamos bien. Aclimatadas a lo que había. Reñidoras poco.

¿Hasta cuándo estuvo usted trabajando?
Me casé con 28 y estuve trabajando hasta los 38. Yo estaba ya cansada y quería recogerme con mis hijos. Y fue entonces cuando compré esta casa y la arreglamos un poco con cuatro perrillas que había la sujetamos y luego la fuimos arreglando. Sólo había una habitación y otra pequeña. 
Teníamos un mulo, en la cuadra, donde está ahora la cochera.

¿Y cómo iban a Albacete?

Venía un coche de línea. Nos íbamos a Albacete a comprar, hala todas…! Que habían abierto allí unas carnicerías, y vendían el jamón de york en barras. Nos veníamos cargadas de todo.

¿Cómo son aquí las fiestas?

Queremos muchísimo al patrón, a San Bernabé, y a la Virgen también. Yo es que desde que se murió mi marido hace ya quince años no he salido. No sé lo que hacen ahora porque hace mucho que no salgo.

¿Y los parajes naturales?

La laguna ha sido, ahora ya no es ná. Venía mucha gente a bañarse. El año que había llovido y había agua venía la gente. Luego hubo un año que había llovido mucho y que estaba hecha una preciosidad, con su arena y todo. Y los señoritos compraron una barca y todos queríamos subir.
A la Peraleja íbamos mucho. Cuando terminábamos la escuela, pero el jueves ya por la tarde no había clase.

Cantábamos: Jueves llegó con alegría, canta el jilguero desde el balcón, cierren los libros que dan las doce, basta de clase que es jueves hoy. Por la tarde y a pasear que hoy no es día de trabajar…
Y entonces nos íbamos las amigas por ahí a jugar.

Me han dicho que le gusta mucho leer

He leído mucho. Y me he quedado ciega, no veo ná, mira lo que  he ganado. Pero eso va a ser los años. Nos queda algo?

No sé... ¿Se sabe usted alguna canción de aquí?

Sí, la de San Bernabé (Canta...)

La de la Virgen del Rosario (Canta...)

 ¿Algún personaje peculiar del pueblo?

Ha habido pocos talentos. Tu primo Pardo que era el que mandaba en Correos en Albacete.

Un hombre que vino de Enguera y vino sólo. Yo no sé si era tonto o si era listo o lo que era. Y resulta que vendía géneros para caballero, trajes. Ibas y si querías un traje te decía: Son 100 pesetas. Y no te rebajaba nada, ni un céntimo. Te apuntaba, y no se lo pagabas, y él tan campante. Y no cobraba, si cuando se murió estaba todo el pueblo ahí apuntado. 
Tenía un mulo en la cuadra y comían juntos. No le pagaba nadie al Jaime. 

¿Qué consejo le daría a los jóvenes?
Es que se dejan? Ellos ahora van a su bola. No tengo gente joven a mi alrededor ahora. Mi padre tenía 27 nietos y no han tenido un disgusto entre ellos, no han reñido nunca, ni siendo jóvenes ni hasta mayores.

¿Y algo que le hubiera gustado hacer?
Pues es que no he sido ambiciosa. Desde que nací  fui la esclava del desierto, siempre metida ahí (en referencia a la posada).  La casa era una posada y teníamos que tenerla limpia.

Y nos pasó una cosa. Como mi padre se iba a jubilar, pues enntonces mi marido se hizo la matrícula de la posada para que le dieran la paga. Y un día vino uno de Hacienda con una citación. Fuímos allí, y mi marido callado porque era un miedoso. Nos dijo que teníamos una denuncia porque teníamos una fonda y  estábamos pagando como una posada. Y le expliqué como era la posada: la entrada llena de estacas porque pasaban por allí los burros porque la gente venía a vender miel, garbanzos, habichuelas…y descargaban ahí y luego ya pasaban a los burros al corral.

Pues cómo figuraba yo que iban a venir allí. Yo siempre estaba allí limpiando, he sido asistenta desde que nací. Y cuando vino el inspector le dije pues ya puede usted mirar: El piso,  de losas, lo que le dije; las estacas; y una habitación con dos camas. Y me dijo el señor: Pues tengo que darle a usted la razón. Es muy viejo, muy viejo, pero muy limpito. 


 

 

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