Josep María Massons (Parte 2)

Josep María Massons Martínez nació el 18 de Enero de 1913, en Valls (Tarragona). Falleció en Noviembre de 2012 en Barcelona. Esta entrevista está realizada en Benicássim (Castellón), en Junio de 2003 y en ella rememora su experiencia como cirujano del Servicio del Cuerpo de Sanidad de las tropas.

Provincia: Tarragona
Pais: España
Año Nacimiento: 1913
Año Fallecimiento: 2012

                   TRANSCRIPCIÓN
           JOSEP MARÍA MASSONS

                        PARTE 2

SANIDAD – ENFERMERÍA – BRIGADAS INTERNACIONALES:

P: ¿Estaban bien preparadas las  enfermeras en las Brigadas Internacionales?

JMM: Pues ahí había de todo. En general, las inglesas y las americanas estaban muy bien formadas porque habían hecho una carrera. Pero entre las españolas se aprovechó el aluvión de chicas con ganas de servir y cuando llegaban o hacían un curso intensivo o en algunos casos a lo mejor habían estado un año en la Facultad de Medicina en Barcelona. Sobre la marcha y las que eran inteligentes se prepararon muy bien y las que no siguieron más o menos por el estilo.
No obstante, hay que distinguir muy bien entre la enfermera que atiende en quirófano y la que atiende a los heridos. La enfermera que atiende a los heridos ha de darles cariño y tener paciencia con ellos, y la de quirófano ha de saber con sólo una mirada del cirujano el instrumental que tiene que dar, la sutura...

SANIDAD – HOSPITAL – BRIGADAS INTERNACIONALES - GUERRA:

P: ¿Qué diferencia había entre un hospital de campaña y un hospital de retaguardia?

JMM: Eran diametralmente opuestos. El hospital de campaña estaba vacío y cuando el Ejército Republicano iniciaba un ataque, el día anterior nos decían: “mañana hay un ataque, se calculan unas cien bajas, por lo tanto a vosotros os corresponderán 15 o 20, preparaos”. O bien, amanecía un día que los nacionales iniciaban un ataque y todos íbamos corriendo.

Entonces, en el hospital de campaña había dos equipos y nos turnábamos un día uno y otro día otro, y cada equipo llevaba un ayudante, un anestesista y unas enfermeras. Y después había personal común, como por ejemplo el chófer que además hacía las veces de instalador de electricidad y se encargaba de hacer lo que fuera necesario para generar la luz que necesitábamos. Durante dos días a lo mejor se trabajaba muchísimo y luego llegaban días de calma en los que no hacíamos nada.

En Maestrazgo por ejemplo nosotros teníamos un hospital de 20 camas, y la intendencia nos daba 20 botes de leche condensada al día. Y eso nosotros lo cambiamos por cerditos, gallinas... y nos dábamos la gran vida desde el punto de vista culinario, porque los campesinos a lo mejor se tenían que meter dos días en un sótano hasta que se pasara todo, y por eso necesitaban alimentos que  se conservaran. Y los botes de leche eran buscadísimos.
Además, en el hospital de campaña nosotros teníamos fuego encendido siempre, teníamos una chimenea en la cocina porque los heridos llegaban y se les ponía al lado de la lumbre, se les quitaba toda la ropa llena de piojos, se les ponía un pijama limpio, se calentaban, estaban tranquilos, estaban a salvo y bendecían aquellas heridas que les había permitido salir del frente, tomaban un café caliente... Y aquello era la vida en un hospital de campaña.

En cambio, en un hospital de retaguardia, era como un hospital civil. Teníamos unos enfermos, sabíamos a quién teníamos que operar al día siguiente porque estaban programados. Se hacía la operación, el post-operatorio... lo normal.

P: En general, ¿cree que estaba bien organizado el sistema sanitario de las Brigadas?

JMM: Era modélico.

P: ¿Y había suficiente material sanitario? ¿Tuvo usted alguna vez falta de algo?

JMM: Una vez tuve falta de alcohol para lavarme las manos y me las lavé con gasolina que también era desinfectante. Pero eso fue un día. Había de todo lo que necesitábamos. No faltó nada en la sanidad.
Un doctor norteamericano vino  aquí con un equipo que lo pagó una millonaria y  él no quiso someterse a la disciplina de las Brigadas Internacionales. Y así le  pasó,  que tuvo unos apuros tremendos. Pero yo tenía el amparo de la intendencia de las Brigadas y nunca me faltó nada.
Es cierto que hubo una vez que me planté y dije que no operaba si no me traían comida y al poco vinieron con una sandía y más cosas.

P: ¿La ayuda sanitaria venía de algún país principalmente?

JMM: Norteamérica, Francia e Inglaterra. De material y de todo. Funcionaban los comités de cada país y miraban por todo para que no faltara nada.

P: ¿Y ayuda soviética?

JMM: Sí. Bueno ellos venían a aprender, a ver la guerra.  Recuerdo un coronel que parecía Sancho Panza y como hablaba alemán muy bien, prescindió del interpreté y nos entendimos muy bien. Y el hombre me pidió que le diese una estadística de cuántos heridos en cada parte del cuerpo.

SANIDAD – GUERRA:

P: ¿La cirugía de guerra es una especialidad, no?

JMM: Si, completamente. En el frente no se podía hacer, pero en Benicassim con tranquilidad  se preparaban unas conferencias que estaban muy bien. Una de ellas permitió detectar un falso médico. Un alemán que llegó allí, me lo presentaron y me dijeron que si tenía algún caso psiquiátrico o neurológico que echara mano de él porque estaba muy preparado. Y efectivamente, yo tenía un paciente con un derrame cerebral y él lo examinó y luego me hizo un discurso tan enrevesado que no me enteré de nada. ¡Claro! que yo, a los psiquiatras ya les tenía mucha prevención, y más si es alemán. Total que no saqué nada en claro. Y efectivamente este hombre  se ofreció a dar una conferencia hasta que uno dio un golpe en la mesa y dijo: “¡Basta!” y sacó un libro y nos enseñó lo que había estado recitando, era un impostor y se fue a la cárcel.
Había otros médicos que eran muy poca cosa. Por ejemplo el doctor Fen Salomón, un hombre de unos 60 años, que era un médico de los alrededores de Berlín que había malvivido, y era judío. Y como había sido oficial médico, teniente en la guerra del 14, Hitler lo respetó un poco al principio, pero luego le empezó a hacer la vida imposible. Y entonces le dijeron que se exiliara a Checoslovaquia y estando allí el Socorro Rojo le dijeron que si quería un plato de comida y un techo, en España podía tenerlo.
Y  llegó a Albacete y alguien pensó que, qué hacía con ese pobre hombre  y entonces lo enviaron a Benicasim. Y allí tenía una villa con unos cuantos convalecientes. Y este hombre cuando vio que yo hablaba alemán pues se me arrimó. Y para que os hagáis una idea de su conocimiento político, un día fuimos a unas fiestas en las que siempre se acababa con el puño en alto y cantando la Internacional y me dijo que era muy bonita la música de La Marsellesa.
Y después había unos carteles de Hitler y Mussolini y me dijo: "Hitler es un bandido, pero tenías que ver cómo estaba Italia antes de Mussolini, eso era un caos y ahora es un país próspero y fantástico". Imagínese la idea que tenía..

P: En cuanto a las innovaciones médicas de la Guerra Civil...

JMM: Si, hombre... Por ejemplo la cura cerrada era una cosa española. Y lo hacíamos en Barcelona. Y consiste en limpiar muy bien la herida todo lo que se pueda, taponarla con gasa vaselinizada, poner el vendaje de yeso, huele a perros pero al cabo de tres semanas quitas el yeso y te encuentras con una herida, sangrante, viva, fantástica. Este procedimiento ya lo hacían en el siglo XVIII.
La practicaba todo el mundo. Trueta, que tenía un hospital donde no se le iban los enfermos y los podía estudiar hasta el final, escribió un estudio muy bueno y por eso pasó a ser conocido como el método Trueta, pero realmente era el método catalán. Eso yo lo dije en la Facultad de Medicina delante de la familia de Trueta.

P: Y en cuanto a las transfusiones  de sangre y a la sangre conservada, ¿también fue una innovación de nuestra guerra?

JMM: Eso también, en Barcelona. En la guerra lo que pasaba era que saltaban todas las previsiones. De manera que por ejemplo cuando la batalla de Brunete, yo utilicé unos frascos de sangre que me obsequiaron desde Barcelona. En guerra es muy difícil dar satisfacción a todas las necesidades de los heridos. Ahora se utiliza el plasma, pero la sangre sólo tiene 15 días de vida...en fin...
Las trasfusiones directas se hacían en los hospitales de campaña pero presentaban muchas complicaciones porque se desconocía el grupo RH y si se producía una incompatibilidad, se podía desencadenar una reacción que se llevaba al enfermo.
El autogiro ya estaba inventado por los franceses, lo que pasa es que aquí se empleó otra vez. Los heridos tenían que llegar con muy pocas horas porque por ejemplo, las heridas de vientre con más de seis horas significaban la muerte. Yo salvé  mucha gente pero de heridas de vientre a mí se me murieron dos tercios. Era muy triste perder gente sencillamente porque no los trasladaban con mayor celeridad.

P: ¿Se producían bajas por estrés entre el personal médico?

JMM: Indudablemente. Conocí un caso de un chico que no era médico, era estudiante. Sufrió un bombardeo estando en una casa y por suerte no les pasó nada. Sólo que quedaron empolvados y se empezaron a reír todos cuando se miraron con una risa histérica. Pues este chico se quedó con un síndrome que cuando oía un avión le entraban todos los males.
Yo le dije que tenía "avionosis". En medicina, hay enfermedades que terminan en itis, que son inflamatorias y se curan, y otras  terminan en osis, que son degenerativas y muy difíciles de curar. Algunas personas teníamos avionitis, porque oíamos un avión y nos inquietaba, pero pasaba. Pero éste otro, no, él tenía avionosis.

P: ¿Se practicaba la eutanasia?

JMM: No, en absoluto. Nadie me pidió una inyección, ni nada.

P: Y en cuanto a sabotajes, que hubiese material que llegase alterado...

JMM: Nada, nada. Eso es una patraña, un insulto a la clase médica. Había acusaciones porque la gente era muy burra.

P: ¿Las autolesiones se producían?

JMM: Si, eso sí. A mí me daban mucha lástima porque eran unos cobardes y elegían la peor solución posible. Teóricamente era evidente cuando se trataba de una autolesión por eso no era necesario que lo denunciara ante mis superiores. Herida en mano izquierda, con el tatuaje de la pólvora, pues era evidente que se habían disparado, aunque algunos se ponían un pan delante para que la  pólvora se quedara dentro.

P: ¿Y se daban casos de soldados que querían curarse antes de tiempo para volver al frente?

JMM: En las Brigadas Internacionales hubo casos de esos, pero para eso estaba la autoridad del médico. Y un coronel tenía que obedecer a un capitán que era médico.

P: Heridos enemigos en las Brigadas ¿los trataban?

En Brunete yo recibí varios heridos del otro bando y se les atendía igualmente, por supuesto. Para mí no había heridos rojos o azules, había sencillamente heridos.

P: Y respecto al ambiente político, ¿usted cree que los comunistas dominaban las Brigadas?

JMM: Completamente. Yo tuve algunas dificultades, que me he enterado posteriormente, a través de un informe que existe en Moscú y que se me atribuyeron algunas cosas que nunca hice.

P: ¿Y espías en el servicio sanitario?

JMM: Puede ser pero en mi unidad ya me guardaba yo mucho de que no ocurriese. Mi misión era cumplir lo mejor posible mi labor, y eso fue lo que hice y que  yo me ganara el respeto y el prestigio que tuve.

P: ¿Tuvo que operar bajo un bombardeo?

JMM: Sí, en alguna ocasión. Y eso es muy tremendo porque los nervios van por una parte y la voluntad va por otra.

P: ¿Se bombardeaban puestos sanitarios?

JMM: Se bombardeaba todo lo que se podía.

P: ¿Cuál fue para usted la batalla que más le impresionó?

JMM: La de Brunete, sin lugar a dudas, fue espantosa.

P: Y para terminar, ¿por qué se perdió la guerra?

JMM: Porque la CNT sencillamente hizo sin quererlo un sabotaje tremendo y porque no había jefes militares que supiesen. Había un jefe de Estado Mayor, el general Rojo, que era muy bueno, pero le faltaban los efectivos que llevasen a cabo las operaciones. Y sobre todo porque los otros tenían más aviación, más artillería y más infantería, y se acabó. Las guerras se ganan con las armas.

P: ¿Y qué opina del franquismo?

JMM: Es muy difícil sintetizar y decir pues mire, que tan malo era un bando como el otro.

 

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