Ramón Gómez López

Albañil,  cultivador de champiñón y otros oficios,trabajó también restaurando monumentos. Persona muy activa en la conservación y promoción de las tradiciones de Chinchilla.

Fecha de entrevista: 11/06/2015

Comarca: Corredor de Almansa y Monte Ibérico
Municipio: Chinchilla de Montearagón
Año Nacimiento: 1941
Género: HOMBRE
Entrevistadora: Ester Pérez

Ramón Gómez López. Nací el 27 de abril de 1941. Desde que nací he vivido aquí y mis padres también eran de aquí.

¿A qué se dedicaban sus padres?

Mi padre se jubiló en una calera que había aquí y previamente había trabajado en el campo de mulero.

¿Fue usted al colegio?

Mi pobres padres no sabían leer ni escribir y él dijo: Tengo cuatro hijos y por lo menos van a aprender a leer y a escribir y así lo hizo. No tenemos carrera ninguno, pero los cuatro hemos sabido defendernos.

¿Cómo era la escuela a la que iba?

Pues aún existe. Era diferente a lo que hay ahora porque yo ahora llevo a mis nietos y lo veo. Antes había otra disciplina. Nosotros entramos a los 8 años a la escuela y ahora mi nieta va con dos años. Entonces se entraba ya de mayor y cuando terminabas la tercera te tenías que ir, con 14 o 15 años. Yo estando en la escuela yo ya empecé a trabajar de carpintero y desde entonces no he dejado de trabajar.

¿Por qué se puso a trabajar tan joven?

Porque necesitábamos que entrara una peseta y eso era lo que ganaba al día. Y luego mi padre me llevó a trabajar a la calera y me daban 10 pesetas al día.

¿En qué consistía el trabajo en la calera?

Pues en picar la piedra, echarla al horno, luego se sacaba la cal y se embolsaba. Y con unos carros se llevaban a la estación de Chinchilla y allí se facturaban a Cartagena, Alicante…para obras. Porque ahora se utiliza cemento pero antes se usaba mucha cal. Aún se gasta, en restauración de edificios se emplea porque la cal transpira, y sin embargo el cemento, se hace una pátina, y si hay humedad no la deja salir. 

¿Qué juegos recuerda de su infancia?

Pues teníamos el látigo, el pié al hoyo, al burro…El pie al hoyo es que se hacían unos hoyicos y se tiraba la pelota y si caía en tu hoyo pues se la tenías que tirar al otro. Y la esconde correas, pues lo mismo, a esconderla y cuando la encontrabas pues a dar correazos a los demás. Al juego de las espadas, que luchábamos lo del Arenal contra los del castillo. Entonces se jugaba de otra manera, a los toreros, al guá… Yo se lo digo a mis nietos se ha perdido esa alegría de estar en la calle, ahora nada más que con los whatsapp. Está eso de moda y ya no se ve a las cuadrillas de chiquillos. Ahora no se relacionan unos con los otros

¿Y cuándo se hizo usted albañil?

Empecé de carpintero y luego me fui a la calera, pero la carpintería me gustaba muchísimo. De albañil empecé a los 17 años. Fui una persona un poco lanzada porque a los 19 años me puse a trabajar por mi cuenta. 

¿ Cuándo se demolió el penal de Chinchilla?

 Pues en el 73 ó 74 porque lo demolí yo. Y a raíz de eso el empresario quedó tan a gusto conmigo que me pidió que me fuera cuatro o cinco meses a trabajar a Murcia. Y mi mujer no quería porque estábamos recién casados, pero le dije: Venga Nieves, vámonos. Si total cuatro meses... y me tiré diez años viviendo allí y restaurando monumentos, en Moratalla, Caravaca…

¿Y en Chinchilla también habrá realizado trabajos de restauración?

Para mí lo más bonito que he hecho en Chinchilla ha sido el ábside de la iglesia. Estaba totalmente caído y se hizo la limpieza y la reconstrucción.

¿Qué cree usted que se ha hecho bien en Chinchilla desde el punto de vista de la conservación del patrimonio?
Han hecho un mirador extraordinario para mirar hacia Albacete. De lo último que han hecho es lo que más me gusta.  Pero por ejemplo tirar el penal, eso fue un desastre. Si no se hubiese tirado eso sería el Parador de Albacete.

¿Qué actividad había aquí en Chinchilla?

Yo no me recuerdo del taller de alfombras, pero aquí de lo que más se ha vivido era de la agricultura. Aquí había muchos pares de mulas y se iban a labrar a la sierra. Y de las cerámicas del ladrillo, había tres cerámicas. Luego ya vino Fortes y Talsa,  y luego las fábricas de jerseys… pero todo se ha ido al garete. Antes había mucha industria aquí. Y muchísimas mulas…

¿Qué se cultivaba?

Pues trigo y cebada. Y había mucha viña, y dos o tres bodegas. La de la Gaspara, la de Pedro Ruesca y la de Pelendegue, que se ha hundido pero aún se ven las tinajas.
La gente vivía de la agricultura ,pero cuando vinieron las cerámicas fuertes pues toda la gente joven que no quería vivir en el campo se colocó en las factorías. Porque el campo es muy duro.

Esto ha sido la cuna del champiñón. A mi cuñado y a mí nos llamaban los lobos de Santa Fé porque cogíamos el champiñón fuera del trabajo. Y nos tenían que esperar los de la cooperativa a que viniéramos porque veníamos cargados.

Había muchísimas cuevas, todos los agujeros que hay en la roca eran cuevas de champiñón. Ahora han probado aquí varias veces a volver a cultivar el champiñón pero el problema está en qué haces con él, dónde lo llevas. Antes venías y te estaban esperando y el fresco se factura esa misma  noche y el sobrante pasaba a la salmuela.  Aquí se ganó mucho dinero y se trabajó mucho.

Me acuerdo que nos íbamos a arreglar las pilas de basura que se tenían que hacer de lo de las mulas y caballos, porque el champiñón se cría en la basura, y cada siete días había que venir a remover las pilas. No había sitio para poner pilas de champiñón. Reñíamos por el sitio porque esto estaba lleno.
Cuando empieza a salir el micelio, se tiene que cubrir con tierra virgen, tierra de una loma o de una cantera, pero que no haya producido nunca nada.  Lo que no he hecho era lo que se llamaba los macizos, que consistía en ponerse en calzoncillos y meterse ahí, que yo no sé si había 40 grados, a mover el estiércol.
Se dejó de cultivar supongo que porque desapareció la cooperativa o que ya no se vendía el champiñón fresco porque cuando el champiñón hay que prepararlo para conservarlo entonces  es cuando ya tiene más costes, hay que limpiarlo, prepararlo…

Hábleme de las tradiciones de Chinchilla

Aquí como somos tan festeros… porque si empezamos por los barrios, que eso creo que nos viene de antaño…San Antón, su fiesta, sus roscas, sus patatas y su vermut; San Julián, la misma, buenos aperitivos y buenos traguetes y buen forro; te vas a Santa Ana y ahí como ya hace calor pues paloma, pero todo esto por el morro, eh; te vas a Santo Domingo y lo mismo, el ajillo por las mañanas, las tajás y dale marcha…
Ahora lo que vienen son orquestas. Me acuerdo que antes venía una orquesta de Pétrola en un remolque y cuando se cansaban de tocar se iban para otro lado.

Y luego están las de Chinchilla. Las fiestas puedo presumir que he estado 20 años colaborando con ellas, con todos los alcaldes que han pasado.

¿ Y la Semana Santa?

La llevo en el corazón. He sido tamborilero en la Cofradía de la Virgen de los Dolores. Entonces no eran los tambores de ahora porque se hacían en casa y parecían latas con las pieles mal hechas, ahora ya todo viene preparado.
Dejé de vestirme, pero luego llegó la refundación de los apóstoles. Los apóstoles se vuelven a rehacer. Y quedaba una túnica e insistieron en que fuera yo porque nadie quería porque era la de Judas. Y ahora salgo yo de Judas.

Cuéntenos lo de las cuevas de Chinchilla

Yo aún tengo la cueva de mis padres, de la que me fui para casarme. He vivido en el Cerro de San Cristóbal toda mi vida. Y las cuevas las tenían la gente que no podía tener un piso. Estaban habitadas por la gente más pobre del pueblo. Y cuando la cosa se empezó a rehacer pues la gente empezó a comprarse sus casitas. Y había cuevas que eran los cagueros, hablando mal y pronto, que eran cuevas que ya no tenían puertas y se fueron abandonadas. Pero luego vino una mujer a la que los chinchillanos le tenemos que agradecer mucho, que fue la que hizo el museo, arregló las cuevas del agujero… Y entonces la gente luego empezó la gente a comprar cuevas otra vez.

Donde yo vivía ni había ni agua, ni aseos… Había que subir el agua en cubos de los aljibes para lavarse y te tenías que ir al cerro a hacer nuestras necesidades
.
¿Y esa costumbre de ponerse apodos en los pueblos?

Uh madre mía! los apodos... A mi me llaman mascaricas. Porque a los 8 años me dio la meningitis y la bronquitis y me dieron por muerto. Hubo junta de médicos, según me contó mi padre, y le dijeron que no había solución. El caso es que no me morí y me recuperé. Y cuando salí a la calle, que estaban los sembrados en verde, quise decirle a mi madre: Los sembrados! Pero como perdí la voz y no tenía fuerzas pues hablaba como un pito. Y de ahí me viene lo de mascarica porque hablaba como si llevara una máscara.

¿Qué consejo le daría a los jóvenes?
Pues que veo cosas que no se deberían hacer. La gente joven le va mucho la marcha, pero lo malo es que no hay trabajo. Como no salgo por la noche, no sé lo que hacen.
 

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