Godofredo Giménez Esparcia

Godofredo Giménez Esparcia, nació en Albacete en la popular calle Iris, “la calle de los colores”, según el artista, casi como una premonición. Ha sido y es un artista de referencia local, desde que en 1950 realizara su primera exposición en el Casino Primitivo de Albacete.

Inició sus estudios de Bellas Artes en la Escuela de San Fernando de Madrid, en la década de los cincuenta, periodo en el que viaja a París, donde conoce la vanguardia del momento, llevando a cabo sus primeras exposiciones de la mano de Macarrón.

Un hito importante de aquellos años cincuenta, fue el “Homenaje a Chinchilla” que abría aquella histórica ciudad a la cultura y a la propia capital.

En los años sesenta vuelve definitivamente a Albacete, centrando su actividad profesional como decorador, destacando entre sus obras el bellísimo mosaico que realizó para la Iglesia de Escolapios, lamentablemente desaparecido, que fue un hito en el arte musivario contemporáneo.

Ha sido siempre colaborador en cualquier hecho cultural que se proyectara en la ciudad, desde exposiciones históricas, actividades en el Museo, a conferencias y otros proyectos.

Desde el punto de vista estrictamente artístico, su obra pictórica siempre ha seguido una noble educación llena de corrección y exquisitez, tanto en el perfecto dibujo como en la pintura, tanto de paisaje como en el retrato.
Desde 2007 Godofredo Giménez es miembro del Instituto de Estudios Albacetenses.

Fecha de entrevista: 06/03/2020

Comarca: Llanos de Albacete
Municipio: Albacete
Provincia: Albacete
Pais: España
Año Nacimiento: 1933
Entrevistadora: Ana Fe Serra

P: Un placer entrevistarte para el Archivo de la Palabra del Instituto de Estudios Albacetenses.

GGE; Nos debíamos este rato. 

P: Sí, nos debíamos este encuentro.

GGE: Pues estoy dispuesto a pagarlo.

P: Pues vamos a empezar. Preséntate por favor, dinos tu nombre, apellidos, fecha de nacimiento….

GGE: Cosas de esas. Sabes que tenemos la memoria…, los mayores tenemos memoria retrospectiva lejana, más que la actual, entonces eso sí me lo sé.

Yo nací el 3 de agosto de 1933, el mismo día que García Lorca estaba representando en Albacete.

Luego hablando un poco de mi familia. Mi familia viene de agricultores, y…tengo aquí precisamente una fotografía. En aquella época no había coches, no había motos y los traslados eran en carruajes y caballerías, entonces, las personas que convivían más en el campo, que desarrollaban su actividad en el campo, es lógico que tuvieran cierta atención a ese medio.

P: Háblanos un poco de tu familia, tu infancia, dónde naciste…

GGE: Yo nací en la calle Iris, en el número 7, cosa también, bastante, si le quieres buscar las tres patas al gato, por esa razón de nacer el 3 del 33, tener 3 hermanos, ser 3 hermanos, tengo 3 hijos, hasta el número de teléfono tengo un 33, ¿eh?, sin llegar a ser obsesión, pero me he adjudicado como número el 3.

La casa donde yo nací era una casa que la hizo mi abuelo, este precisamente, (señalando una fotografía), el paterno. Hizo un edificio para acoger a toda su familia. Bueno, bueno, a toda, a los hijos. Una casa que era como las casas de época que se pasaba a un gran portal donde pasaban los coches, antes los carruajes, luego eso se sustituyó por coches, y pasaban hasta el final, había cuadras, ¡en fin!, una casa muy de tipología totalmente labriega.
Yo nací…mi auxiliar, el que me auxilió y me trajo a esta vida, era el republicano más célebre de Albacete que era Arturo Cortés, cuya casa todavía… bueno la casa no existe, existe el sanatorio, que es una cosa militar, antes era el Gobierno Militar y ahora no sé lo que es. Tenía eso que era el sanatorio, y un jardín que unía a otro solar que era su casa, que ahora está ocupada por una casa un poco alta de más.

P: Cuando surge…

GGE: Perdona. Me llamo Godofredo porque él se empeñó, como él me asistió, era el tocólogo de mi madre, y fue el que me asistió en el parto, la asistió a ella, perdón, pues preguntó y como le vais a llamar, porque parece ser eran bastante amigos y creo que algo parientes, y le preguntó: “¿cómo se va a llamar la criatura? ¿cómo habéis pensado?”, entonces me iban a poner Bartolomé, que es este del caballo (señalando una fotografía), porque no tenía hijos y era mi padrino, entonces me iban a poner como mi padrino, y él dijo: “no se os ocurra, ni os dejo. Este se llamará como su padre, Godofredo, y no el pitorreo luego del Bartolomé solo, del Bartolomé etcétera (entre risas)”. Así es que gracias a él estoy vivo, supongo que de la otra forma también, pero él tiene la culpa de extraerme sano y de ponerme el nombre.

P: Naces en el año 33 Godofredo, ¿qué nos puedes contar de los años de la guerra?, ¿tienes algún recuerdo?, ¿algo que te hayan contado?

GGE: No solamente lo que me han contado, sino lo que yo he visto. Yo recuerdo los bombardeos, que mi madre nos sacaba, mi hermano no había nacido, a mi hermana y yo, y nos sacaba cuando había sirenas en el Altozano, al subterráneo que se hizo, había unas pirámides que se hicieron por la guerra, los refugios, para evitar la bomba directa, y claro, entre el miedo que suponía la alarma, que ya nos alarmábamos como su nombre dice, más el trajín de todas las personas por la calle gritando, llevando a niños, llevando un anciano en una silla, todo eso no me lo han contado, eso me lo he vivido.

Cuando el refugio lo hicieron público el Ayuntamiento, me invitó el alcalde a la inauguración, como normalmente algún alcalde que otro tiene esa deferencia de invitarme a algunas cosas públicas. Y se lo agradecí, pero lo dije que no podía volver, a oler, que no se me ha quitado el olor, el color de la manta que me envolvía mi madre todavía lo sé, todo el olor que no voy a describiros o a describirte tampoco lo voy a contar, lo que sí haré, seguro, es no pasar nunca a ese refugio.

GGE: En guerra, nosotros estuvimos allí como refugiados. Nos quitaron la propiedad, pero nos dejaron una habitación con derecho a cocina y a váter y las demás habitaciones ocupadas por gente que venía de Madrid huyendo, y en las cámaras que eran enormes, como eran caserones, arriba, eran de una sola planta y la planta superior eran cámaras. pues en esa cámara también vivía gente. Con unas mantas hicieron unos cortados y les trajeron a las mujeres, los milicianos, ropa para hacer uniformes, que ya venía cortada y arriba les trajeron también máquinas de coser. Como yo era un niño, pues a mi me era divertido subirme con gente que yo no conocía, para mí era estupendo, y chiqui chiqui chiqui chi (sonriendo), las máquinas aquellas se metían en el cerebro, la monotonía del ruido de las maquinas. Venía una camioneta de vez en cuando se llevaba la ropa confeccionada y volvían a dejar otra vez la que estaba cortada, supongo que con una cosa mecánica porque claro ¡imagínate! la cantidad.

P: ¿Había brigadistas internacionales acogidos en tu casa o era población civil?

GGE: No. Era población civil. Bueno como no era nuestro ya, lo dividían y hacían lo que a ellos les venía en gana. Había primero un patio que era jardín, donde había árboles, había parras, ¡en fin!, etcétera. Y luego había otras portadas, las abrías y era un corral que daba a la calle Cervantes, donde sí había cuadras y animales. Entonces eso lo requisaron también y lo dejaron para el Socorro Rojo, para los alimentos del Socorro Rojo y allí había dos…, que te voy a contar una anécdota increíble de mi madre, allí había dos soldados, dos jovencitos, que eran los que custodiaban los alimentos, venían a por algunos, traían otros, el trajín.

Entonces, mi madre que era de una calidad humana…, todas las madres lo son, así que como no va a ser la mía, naturalmente, y era terciaria franciscana que era lo más que se puede ser siendo seglar.  No había café, pero mi madre hacía con cebada tostada y una botella, hacía un caldito oscuro que estaba calentito y estaba bueno, ¡claro!, entonces como hacía tanto frío en Albacete en esas épocas, decía mi suegra que en guerra siempre bajaban las temperaturas, en la guerra que fuera, ella era de París y también sabe de eso.  Un día, les dijo: “pasad y tomaros ¡qué hace tanto frío!”, y echó un poquito de chicoria de esa de café, “pasad y tomáis uno, porque he hecho unas galletas que solamente me han salido doce”, de la nata de la leche hacían galletas, con la nata, que estaban exquisitas, recuerdo el sabor, pero claro, te daban una o dos porque con doce no podían salir más. Pasaban, y ¡claro! la trataban como a una madre, casi todos los días les daba lo que podía, y los refugiaba con un pequeño brasero que había de picón, los refugiaba, y una tarde les dijo: “mirad, vamos a hacer una cosa, esto es guerra, hoy estamos vivos, mañana no sabemos, nos estamos viendo el ejemplo, pasar a un lado y otro muertos, yo creo que vamos a hacer una cosa, que no salga de aquí, vamos a rezar un Avemaría”, y ellos se quitaban el gorro antes de pasar siempre, el gorro militar, antes de pasar a la casa que era una habitación.

No había muchos profesores, porque…, un libro que también he perdido, porque lo he dejado y no me lo han devuelto, que son los últimos días de Machado en España y en Francia, un librito pequeño, y por esa frontera que salieron a Francia que, ¡por cierto!, los ametrallaban desde las avionetas, imagínate los caminos como hormigas huyendo la gente, dice el libro que yo leí, que por esa frontera en un solo día, salieron seiscientos profesores de instituto.

Un viaje a Chinchilla, a las alfarerías, a ver Chinchilla que había gente que no la conocía, porque en guerra… yo desgraciadamente la conocía porque mi tío, mi tío Bartolo el que era mi padrino estaba condenado a muerte en el penal, y como yo era su ahijado, pidió qué para despedirse de mí, que me llevaran y me llevaron a Chinchilla. No quiero describir, nunca más, nunca. Lo único es que acabó la guerra y no fue fusilado porque (palmada con gesto de escapar) cuando se fueron dejaron las puertas abiertas y murió no muy tarde porque estaba destrozado de salud, el estómago…, imagínate la mandanga.

P: Termina la guerra y ¿cómo se queda la ciudad?, ¿cómo se vive en Albacete?

GGE: Fue un descanso tremendo que se acabara la guerra para todos, supongo. Mi familia políticamente era de derechas, por decir algo, porque todos los que tenían alguna propiedad, pues normalmente era la derecha, era el partido o la tendencia lógica, digo, lógica simplemente.  Nosotros, gracias a que teníamos tierras, pues había para comer porque había hambre.
Yo recuerdo mi hermana que era de Falange, de antes de guerra, y nos llevábamos muchos años de diferencia porque un hermano murió entre nosotros, y recuerdo el día de la Victoria que se llamaba. El caballo que iba con la bandera española era nuestro, un caballo Flor de Romero de pelo, me acuerdo, y lo llevaba un falangista, vestido de falange, no recuerdo el nombre, pero físicamente sí como era, e iba abriendo el desfile con una bandera en el estribo del caballo. Mi hermana y yo estábamos en un balcón de la Diputación, supongo que el balcón principal no hay más, lo demás son ventanas. Y allí daban vueltas por el paseo que entonces se llamaba…, bueno mi padre siempre le llamaba de Alfonso XII o XIII (entre sonrisas), porque ya sabes que se van sucediendo los nombres. Entonces daban vueltas por el paseo los camiones con los soldados que venían todos llenos de vendas y de miseria, bueno eso lo omito también porque es muy desagradable. Yo era muy pequeño, me impactaba eso, y tiraban cigarrillos, iban tirando igual que ahora se tiran caramelos, tiraban cigarrillos que se ve que le habían dado a la gente que aplaudiendo se daba.

Eso tampoco se ha recogido en las memorias que deberían existir en Albacete, o no han llegado a mi mano, porque se publica mucho y todo no me lo sé, a lo mejor no ha llegado, pero no estaría mal echarle un repaso a esa época.

En mi casa, en el patio que era de cemento, muy grande, se hacían fiestas. Las comuniones se celebraban allí, los santos, los cumpleaños, todo familiar, teníamos tableros largos, bueno, como se hace todavía.
Se hizo un baile con mi hermana y sus amigas, con los brigadistas, pero no los brigadistas de izquierdas, sino los italianos y los otros que vinieron a ayudar a Franco. Yo recuerdo porque yo era el que le daba al gramófono, le daba manivela para bailar.

Antes de guerra, nos cambiamos a la calle de la Cruz. Mis padres, por razones de herencia, de repartos y tal, y nos fuimos a la calle de la Cruz. En la calle de la Cruz teníamos una casa muy antigua que la compró mi tatarabuelo, toda esa zona la compró, que se llamaba Las Peñicas. No había calle, nada más que la calle de la Cruz que si era muy antigua, la Cruz es del S. XV y estaba en esa calle, pues imagínate. Era el eje de Valencia-Murcia, el eje salía por el portazgo de Madrid a Madrid, claro, puerta de Valencia, puerta de Madrid, un eje. Y en ese eje al final, a mano izquierda que luego fue el Puente de Madera, toda esa zona se llamaba Las Peñicas porque estaba en alto, y no había calles trazadas y cuando se hizo la calle Cervantes, mi familia la troceó, y como saldrían de grandes las casas que aún las partían en dos, porque daban a la calle de la Cruz y a la calle Cervantes las portadas, ¡era tremendo!

Individualmente, te cuento como empezó mi vida de formación. Fue en una escuela en la calle de la Cruz, en una casa particular. Una maestra de escuela muy humilde, un dormitorio, y una sola pieza con un tarimón, y allí íbamos varios niños del entorno: de la calle Cervantes, de la calle de la Cruz, San Agustín, todo eso.

P: ¿Recuerdas cómo se llamaba la maestra?

GGE: Pues no, porque yo solamente se el mote y no me parece correcto decirlo, porque le llamábamos por el mote.

P: Lo obviaremos.

GGE: No era muy agraciada, y en respecto y recuerdo a ella, no lo digo.
Teníamos que llevar una silla pequeñita, una pizarra, un pizarrín, una cartilla y un tronco de madera para alimentar la estufa. Eso era lo que llevábamos al cole.
Allí nos enseñaron a deletrear, a aprender el alfabeto, a, b, c, etcétera, también cantando los números, ¡en fin!, como se hacía casi todo cantando…nada, pues, estaba tan cerca de mi casa, que era casi enfrente, y ese fue el primer sitio.
Después de ese sitio, que crecíamos y eso ya no, fui a una academia en la calle San Agustín, más abajo, que no recuerdo el nombre.
De ahí luego pase a los Escolapios y lo que sí recuerdo que era un animal el señor profesor que llevaba aquello. Tenía para pegarnos una cuerda como esa de las persianas, retorcida y la mojaba en agua sal para que fuera más contundente. Nos ponía la cabeza entre las piernas con el culo delante y en el mismo culo, con eso nos daba canela.
¿Qué podríamos hacer a nuestra edad y con el respeto que le teníamos a los mayores para ser azotados de esa manera tan cruel? Yo creo que había cierta emoción de tipo inconfesable. Yo creo que el nombre se me ha olvidado, por justicia.  

P: ¿Y después?

GGE: Escolapios.
Y ya Escolapios, la cosa cambiaba. Porque lo que sí hicimos en los Escolapios en aquella época, es convivir. Los Escolapios tienen un significado, en todos nosotros los que íbamos allí, muy concreto; hicimos grupo. O sea, no íbamos al cole y nos íbamos luego a casa simplemente, nos fuimos haciendo grupo, porque además dentro del colegio también había un orfeón, al cual yo me apunté. Ochenta voces éramos, yo tenía una voz muy baja para aquella época, para mi edad, ahora se estropea con los años, se estropea la voz, enronquece un poco, pero antes, yo daba un paso al frente en el coro y hacía solos en el coro.
Y también había cine todos los domingos, con lo cual íbamos al cine. Por las mañanas los domingos a misa con corbata, traje, chaleco… como Dios manda que decían, íbamos a misa. Luego, visitábamos cada uno a sus familias; a los tíos, a los abuelos y tal…, comíamos y a las cuatro, sesión de cine: dos películas.
O sea, que había no solamente lo que aprendíamos, sino que habíamos logrado hacer grupo, eso es de una importancia tremenda. Todavía los conservo: Vicente Mompó, Gregorio Díaz Marta que acaba de morir ahora, etcétera. Bueno es que de todos quedamos solamente vivos Mompó y yo, de nuestro grupo grande.


   La exposición “Homenaje a Chinchilla”, consistía en varias conferencias, hay homenajes; cada día había una conferencia durante muchos días, porque se fue añadiendo, aunque aquí en el catálogo hay menos, después se fueron incorporando más personas, incluso el cineclub que aquí no está, se incorporó también. Aparte de esas conferencias, pintura sobre Chinchilla y dibujo. Como ves, homenajes.
La palabra “Chinchilla” después de cada cosa, es como remarcar el homenaje. Esta idea fue de Victoria, que ya lo teníamos en imprenta y hubo que corregirlo porque dijo ella: “esto hay que hacerlo así”. Y así se hizo.
Como ves, no hay ningún sello de ayuda de nadie, ni municipal, ni Caja de Ahorros que no existía, aquí no hay nada. Lo más que podía ser, cosas del Movimiento, que es lo que entonces se usaba, y yo tampoco… no recurrí a nadie. Lo hice con mi dinero y el de mi familia, claro, también, y los amigos, el apoyo de amigos, todo el mundo incorporado.
Estaba muy bien montada, porque empieza por el alcalde de Albacete, que hace el ofrecimiento, aunque no era oficial esto, pero Chinchilla tiene alcalde y Albacete también, entonces, en un homenaje a Chinchilla no podía prescindir del alcalde y de las autoridades pertinentes. El alcalde que era Carlos Belmonte, recién nombrado alcalde, creo que era la primera vez que hablaba en público, no oficial. Y estos son poetas (señalando el díptico); Doña Carmen Ibáñez, etcétera, etcétera, cada vez uno.
Se hizo en el Casino Primitivo porque eran los únicos salones que había en Albacete posibles.
En el Casino antes de hacer esas mamparas, que las estrené yo en esta exposición, las dos o tres exposiciones que yo vi antes, se ponían en los muebles y en las sillas los cuadros, que eran cuadros pequeños, que eran comerciales, de pintores….

P: ¿De qué años estamos hablando Godofredo?

GGE: Del 50.

P: De los años 50

Entonces, el Casino era el único sitio posible de hacer exposiciones. En el Casino había el único piano público, bueno público, donde yo oí por primera vez en directo a Chopin, que casi siempre los pianistas eran especialistas, decían, en Chopin.
Aparte de piano, el único sitio donde íbamos a oírlo había conferencias. Es que los casinos cuando se crearon no pagaban a Hacienda porque eran culturales, y para eso había que cumplir con unas normas y actos suficiente para que te respetaran esa calificación que tenían los casinos.
Había estamentos por todas partes: el Casino Primitivo, era el último y el más vistoso; el de cazadores, que estaba más allá del Milán en el Paseo; también estaba enfrente el de empleados, que ahora es una Caja de Ahorros; también estaba el de comercio, donde el edificio era un edificio en el Altozano.

P: La Cámara de Comerio, ¿no?

GGE: Sí, sí.
Todo esto se trasladó a la Feria, cuando la Feria en Albacete empezó a coger copero, el Casino alquilaba allí un espacio, los otros, otros, y se trasladaba la actividad local, en vez de en el centro de la ciudad, se trasladaba a la Feria durante esos días que duraba. O sea que sí tenía importancia.

Yo fui a ver al Gobernador Civil que era Santiago Guillén Moreno, y el comisario de policía le hacía de secretario, en una mesita delante. Yo llegué con mi carpeta, con todos estos bártulos, antes de hacerlo, para… como primera autoridad, ofrecerle el acto, por si él podía intervenir de alguna manera, no económica.
Yo recuerdo que cuando el secretario suyo, me preguntó que para qué…, me conocía enormemente porque mi cuñado que vivía con nosotros en mi casa era policía secreta y el otro era el comisario, o sea que se había comido alguna salchicha en mi casa y, aun así, me recibió un poco… diciendo: “¿qué quieres para ver al Gobernador tú?, si aquí vienen alcaldes y tal…” yo era un chiquillo. Y digo: “pues vengo a ofrecerle una cosa cultural que vamos a hacer”, “¡pero hombre!, que estamos muy ocupados en cosas”, dije: “pero una de las ocupaciones debe ser esta”.

P: Eventos culturales en esa época, más bien pocos, ¿verdad?

GGE: Más bien pocos. Había una exposición en la Feria de pintura, escultura, dibujo y fotografía, que se hacía en la Feria, arriba, hay uno que se ponía lo de la navaja, al fondo, pero el primero que había una escalera de caracol exactamente, ahí se hacía una exposición y ahí pasábamos todos los pintores de Albacete y nos iban dando los premios, primero Guillermo García-Saúco, luego Roberto Ortiz Saráchaga, luego yo, ¿eh? Y cada año. Teníamos nuestra medallica. Allí es donde nos agrupábamos.

Pero hablábamos del homenaje a Chinchilla, a la ciudad de Chinchilla.
Fui al Gobernador como digo y paso por fin, dijo: “que pase”. Sin esperar más, ni me dieron cita para luego, simplemente que pase. Me agradó mucho el aspecto del Gobernador, un hombre potente, con decisión, su físico ya te daba confianza. Se salió de su mesa para darme la mano y nos sentamos en un sillón, para quitarle esa frialdad de la mesa por medio, tratándome como amigo, no como pedigüeño como él me dijo. Después de explicarle todo lo que queríamos hacer, dijo: “llevo nueve meses en Albacete que es un periodo de gestación, y es el primer parto grato. Todo el mundo viene a pedir, nadie ha venido a dar. Yo le voy a decir a usted una cosa, yo voy a ir todos los días a las ocho, como aquí dice, todos los días a las conferencias, primero por satisfacción y por si acaso sirve para algo”. ¡Claro! donde va el Gobernador, Presidente de la Audiencia, el otro, el otro, el otro, como sigue siendo ahora. Parte del éxito fue el apoyo suyo. Solamente faltó una tarde porque se fue a Madrid, y no pudo regresar el mismo día porque la gestión no estuvo ultimada, entonces llamó el secretario, el secretario me llamó a mi al Casino a decir: “Don Santiago no puede venir hoy”, pero bueno, los llenazos eran incalculables.

Otra cosa, Doña Carmen Ibáñez una joya de mujer, otra de las joyas.

P: Creo que tienes una foto, me ha parecido ver, tocando el piano Doña Carmen Ibáñez.

GGE: Hombre que si tengo…aquí la tienes. 

Y Conchita Cordero que era la soprano oficial de Albacete, vestida de manchega.
Doña Carmen hizo una conferencia de tanto interés, que le pedimos que continuara porque le faltó tiempo para todo lo que ella sabe. Intervino dos veces. Hablaba de música popular y la ilustraba al piano y la cantaba Conchita. ¡Un lujo increíble!, y el piano del Casino. Eso en Albacete era inusual, es decir, lleno siempre.
Yo quise, y ella quiso que Coros y Danzas, de la sección femenina, los Coros en este caso, intervinieran para ilustrar la conferencia. No podía ser, porque como no era un acto oficial, y esto era de la Sección Femenina, era oficial, pagada por ellos, me lo denegaron. Entonces, al Gobernador lo llamé y le dije: “me ocurre esto”, me dijo: “cuelga, y cuenta con ello”.  Se ve que estaba ocupado. Y efectivamente, él llamaría a quien tuviera que llamar  y todas las tienes vestidas de manchega, con los cuadros de mi exposición detrás, que ¡por cierto!, ese cuadro de allí (señalándolo) está aquí porque lo compré hace dos años en Madrid.

P: Y empieza ya tu vida profesional.

GGE: Me tuve que ir a Barcelona. Ya empieza mi vida profesional. Exposiciones, entrevistas que por ahí hay, y me fui a Barcelona a hacer la mili. Tuve estudio compartido, en Madrid también he tenido estudio compartido, siempre. En Albacete he tenido tres estudios, este creo que es el último (entre risas).

P:  Muy bien. Regresas a Albacete ¿en qué año?

GGE: Regreso a Albacete en el 76 o 77.

P: ¿Y cómo te encuentras Albacete?

GGE: Yo iba y venía a Barcelona, porque mi madre tenía una enfermedad, estaba imposibilitada y se ponía muy malica. Yo me venía, me estaba unos días y cuando mejoraba me iba.
En uno de los viajes, Carlos Belmonte hizo la iglesia de los Escolapios y quería en el ábside hacer un mural. Se lo dijo a los curas, a los escolapios, porque ese edificio lo usó para hacer …el grado académico…, se me va la cabeza.

P: ¿El doctorado?

GGE: El doctorado. Él usó ese proyecto para el doctorado y quería en el ábside hacer algo que no fuera el ladrillo visto seco, y Carlos Belmonte influyó en los curas para que me lo encargaran a mí.

P: ¿Cuándo surge tu llamada hacia el arte?

GGE:  Sí. Dentro del cole había un periódico mural que se llamaba “Vida”, el cual no digo que dirigía yo, pero escribía y dibujaba en él, y como la gente era tan informal, resulta que cada trimestre o cada mes, no recuerdo bien, lo cambiábamos pero nadie me daba un escrito, casi me lo tenía que hacer yo por cambiar y ahí yo ya tenía cierta tendencia a dibujar un poco mejor que los demás, tampoco nada del otro mundo, pero más que los demás que no les interesaba nada, era una “María” eso del dibujo.
Cuando aprobé el bachillerato a los diez años, mi padre me puso un profesor de dibujo particular. Me enseñó técnicas, me enseñó hasta a afilar un lápiz, cosas que hay que saber, usar la goma de borrar, también hay que saber, me enseñó desde un neófito en adelante, y ese fue el que durante dos años o dos año y pico me enseñó a pintar al óleo, a comprar la pintura que hacía falta, o sea, toda la mecánica que al no tener en la familia alguien que te lo enseñe, pues un extraño.
De ahí, pase a Abelardo Cuesta que ya era profesor de dibujo del instituto, y ya era otro nivel para prepararme para Bellas Artes.
Mi familia estaba muy alejada de ese mundo.
Mi padre quería que yo fuera médico porque mis primos eran médicos todos. Eso que ya te sirve de guía, te ayudan. Tú, medicina. Además, que médico era una cosa ¡en fin! muy bien vista socialmente.

Vino a Albacete otro pintor magnífico que se tuvo que ir por la guerra, se tuvo que ir de Albacete y volvió ya muy tarde, era ya muy viejecito, y para ganarse un poco la vida, puso una academia de dibujo de cierto nivel y también fui a él. desde ahí el padre de Juan Amo, Don Antonio Amo, que era un ser increíblemente magnifico, pintábamos y dibujábamos desde niños, nos conocíamos desde la guerra, su hermana mayor y la mía eran amigas en las Dominicas y cuando salían nos llevaban de remora (entre risas) a Juan y a mí.
Ya que yo me había preparado para ingresar, había que preparar a mis padres, y el encargado fue Don Antonio Amo, qué por otro lado, aunque yo no estaba en Albacete, iba casi todas las tardes a tomarse un café con mi madre, en la mesa camilla, cosa que le he agradecido toda la vida, aunque yo estaba fuera ya en Madrid, él solía ir. Tenían tanta confianza en él mi familia, y su hijo Juan se iba a estudiar Bellas Artes, no se habló más, a Bellas Artes. A mi padre llegaron a insultarlo sus hermanos. “¡Pero como le dejas hacer a la criatura!” Yo era el mayor varón de toda la familia, era un poco el mimado de todos. Le reñían a mi padre por haberme dejado. Que era eso de Bellas Artes, abogado, médico, pero eso no era una carrera seria.

P: ¿Hasta cuándo te quedas en Madrid?

GGE: En Madrid me quedé los cinco años de la carrera y un año más porque tenía exposición en la Sala Macarrón que era la sala donde yo exponía y hacía de marchante y vendían obra mía.
Luego en Albacete vinieron a pegar los lienzos de la catedral de Albacete, fue la firma Macarrón la que vino, canela en rama pegar eso, ¡eh!, más difícil que pintarlo.
Poco a poco cuando me di cuenta me había quedado en Albacete porque empezaron a lloverme encargos y ¿qué iba a hacer? estaba grato, y sin proponérmelo me quedé en Albacete y me parece que ha sido la casualidad más positiva que he tenido en mi vida, he vivido divinamente.

Aquí también tengo la primera conferencia que di en Albacete en el Ayuntamiento Viejo, en el Ayuntamiento nuestro, porque había una asociación dentro del museo llamada “Ampliación Cultural”, dotada, como siempre, todo lo de cultura de forma escasa la dotación, pero con nosotros tienen suerte los políticos porque esto nos va, y como nos va pueden hacer con nosotros como ves lo que quieren.
Vinieron a dar conferencias y cobraban, pues Aranguren y gente de este calibre, claro y cuando se acababa el dinero y había seis meses por delante de actividad, y no se sabía a quien recurrir, como sería que recurrieron a mí, tan jovencillo, y tan inexperto. ¡Qué calidad de miseria económica para recurrir!

Como ves en esta foto, no había entonces diapositiva, no existía diapositiva, no existía nada más que como en los colegios un carboncillo, una tiza y un encerado, y dibujar, pero ¡claro!, hablar de pintura y de pintura moderna, bueno y la que fuera, a base de dibujos míos para hacer comprender, esto era bastante difícil.

La primera exposición que yo hice en mi vida fue un escaparte, fue un Murillo. Yo hacía copias de Murillo porque a mi madre le gustaba mucho Murillo, porque además Murillo gustaba mucho más que Velázquez, Murillo fue, hasta mercantilmente, Chocolate Murillo, Cervezas Murillo, todo era de Murillo. A mi madre le gustaba mucho Murillo, las inmaculadas y yo le pinté algunas. Y el profesor que te digo que tuve de dibujo, me dijo: “esto hay que exponerlo. Me encargo yo”. Y se expuso en Amando y Lorenzo que se llamaba así la tienda que ahora es Jaque, que cerró Jaque, en esos escaparates había un cuadro en un escaparate y otro cuadro en otro, y allí un letrero abajo. Así que esa fue mi primera exposición.

La segunda exposición fue en el Casino Primitivo. Y fue una exposición que hicimos entre dos, esta es. “Exposición de bocetos al claroscuro”. En el año 50, en el Casino Primitivo, mira, Antonio López Alarcón, le pongo el segundo apellido Alarcón, para que no se confunda con Antonio López, el pintor de Tomelloso. En el año 50 hice esta exposición.

Después he colaborado en varias exposiciones de ambiente cultural, porque no vendo pintura, ya que dejé como profesional la pintura, y me dediqué a la decoración pues me parecía. Pintaba menos, me molestaba vender cuadros, y además sobre todo al no tener un nombre importante en pintura, los cuadros son tan baratos que me los compro yo.

Aparte de esas exposiciones, hicimos una exposición, hemos dicho de elegir las que tienen cierto interés, una exposición en Madrid, diez pintores de Albacete, para inaugurar una galería que era de uno de Albacete, amigo mío de la calle de la Cruz, Miguel Soriano, me llamó a Madrid y me dijo: “me he quedado con una galería de arte en la calle Serrano en Madrid, y quiero que te vengas a Madrid (él era así) quiero que te vengas a Madrid a dirigirla”. “Pues muchas gracias, pero yo me quedo en Albacete donde tengo mi tajo”. “Pero ¿cómo me dejas?, yo había pensado en ti” “Pues eso no”. “¿Y cómo hacemos? Lo más que yo me atrevo es hacer un grupo de pintores amigos e inaugurarla, con boato, bien pensado, bien hecho, y la hacemos. Pero después, tú te buscas un director, o alguien de Madrid, yo tengo mi camino hecho, le he dedicado unos años a Albacete suficiente para ir recogiendo ahora, y lo entendió y no se hizo, o sea, no acepté la dirección de la galería.

Ocurrió en aquella época que vino José Antonio Lozano de Yeste y se estableció en Albacete, entonces, se estableció en un estudio que aparte de estudio personal era galería de arte, cosa que no había ocurrido en Albacete nunca, una galería de arte, ni oficial ni extraoficial. Eso fue otro acontecimiento local importante porque hizo de aglutinante. Así como Victoria también fue aglutinante de un grupo esto fue de un grupo más concreto, que eran pintores, sobre todo, y todos, poetas y lo otros. Hacía José Antonio exposiciones constantemente y a veces, por ejemplo, en Navidad los poetas hicieron un poema cantando a la Navidad porque él los invitó y los pintores a ilustrarlo, o sea, había un movimiento allí, simpático y grato.

Y por eso, él quiso hacer una exposición de diez pintores que él eligió, para hacer una exposición que hicimos en la Sala Estudio en Albacete. Y en el (inaudible 49:53),  es cuando a mí se me ofreció lo de Barcelona y yo le dije a José Antonio, que ya que teníamos lo de Madrid, lo de Serrano 19, ya que tenemos la exposición enmarcada y hecha en Albacete, porque no la llevamos a Madrid y le hacemos este favor y nosotros también exponemos en Madrid en una galería nueva en la calle Serrano, yo creo que es una oportunidad, y dijo José Antonio: “pues nada, adelante, la hacemos”.

En aquella época estaba formándose el Polígono Industrial Campollano y Vicente Mompó y un grupo muy reducido, eran los que encabezaban esa quimera. Pues la lograron, pero iban a Madrid a ofrecerlo a Ministerios y tal, y no eran… no eran nadie en el sentido oficial, es decir, viene el Gobernador acompañado de, iban solos, no los recibían con la agilidad que el caso requería.
En ese momento, vino Tico Medina que éramos amigos de Madrid de años a…vino a hacer un programa de televisión que se llamaba “Con las alforjas caminando” o algo así. Fui, lo saludé, se quedó más tiempo del debido, nos fuimos a comer, etcétera. Y pues a Vicente Mompó le dije: “hay una posibilidad, si tú lo autorizas de a Tico Medina (que es un hombre que entonces estaba en pompa, estaba con mucha influencia en la vida social), digo, proponerle que sea vuestro valedor en Madrid y os acompaña él ,que a él le debe todo el mundo cosas”, porque salir en un periódico y tal a los políticos les va muy bien, y luego lo deben, esas cosas que luego se van pagando. Tuvimos una reunión con él, dijo que sí, y Tico Medina se encargó de representar al Polígono en Madrid cuando se solicitaba. Esto tiene también una importancia, que no se conoce, grande.

A Tico Medina le dije: “vamos a hacer una exposición en Madrid y cuento con tu ayuda, que nos eches un cable”.
Él dirigía entonces el ABC Cultural, y aquí nos tienes en el ABC, que cuando los políticos vieron esto, se les hacía la boca agua, porque, míralo, José Antonio Lozano en el centro, que le llamaba (inaudible 53:34) madre y todos alrededor los que componíamos los diez de Madrid. Eso en el ABC en Madrid.
También la casualidad de ser amigo, porque estuvo en Albacete, Pedro García de Leániz, fue un abogado del estado, que estuvo en Albacete, simpatiquísimo, estupendo el matrimonio, muy unido al grupo y también le dije: “échame un cable que vamos a hacer esto”, dice: “¡uy!, a ver si te puedo llevar al ministro”. Me llevó al ministro, al ir el ministro, los alcaldes, que era (inaudible 50:18), lo otros, aquello fue un acontecimiento social ¡increíble!


Victoria Gotor fue para Albacete y para una época y un grupo, porque ese grupo fue una suerte, una maravilla encontrar personas que aglutinen a personas desperdigadas en algo común que es la cultura. Tampoco, sin llegar a hacer de esto casi una profesión, simplemente con naturalidad como deben ser los grupos amistosos, porque ella valoraba más la amistad que los títulos académicos. La prueba está en que nos encargó a varios pintores, qué desde su entorno, nos encargó unos murales que se llamaban “El salón de la amistad”, luego, eso quiere decir algo.
Estos que están en la foto, que yo no estoy porque creo que la hice yo, porque tenía una camarilla de retratar que siempre la llevaba, y tengo en esos mismos caballetes como antes te he contado, pues tengo a Enrique González y a otra amiga dando vueltas y yo fotografiando.

P: Estáis en la Feria, ¿no?

GGE: Esto sí. Los caballitos y esto, sabes que al lado también había unos asientos corridos que se miraba unos a los otros y era divertido.
Entonces, aquí veo a un hijo suyo, sus dos hijos, el tercer hijo, el mayor José Antonio había muerto unos años antes, y es Emilio y Carlos, que también Emilio murió el primero y Carlos murió hace dos años. A Carlos y a mí, Victoria nos llamaba “altezas”, porque decía que éramos como príncipes, de pitorreo, porque no se porque razón se apoyaba en eso, porque éramos los más jóvenes, rubios…no sé, y él y yo nos hemos estado llamando alteza durante toda la vida. 

De Victoria quiero decir, de la suerte que nos hemos quedado, en la suerte que tuvimos el haber coincido en esta vida con ella, porque aparte, como se ve, la alegría de vivir y la amistad, pues el grupo tan homogéneo que se formó, pues había unas inquietudes intelectuales que las aportaba, precisamente, el grupo de catedráticos, profesores, poetas, los pintores en segundo término, pero todos los que en Albacete andábamos en aquella época en Bellas Artes y tal, pues pertenecíamos también al grupo.
Yo le tengo un recuerdo tremendo porque ella me hizo leer cosas qué a lo mejor, no se me hubiesen ocurrido, ni yo conocía. Comprábamos libros en Madrid clandestinos, en Albacete también y en Salamanca, hemos llegado a ir a Salamanca a comprar libros. En Salamanca era fácil porque como tenían editorial en Buenos Aires, que es Anaya, pues había libros que se editaban allí, ahí los tengo, y se vendían aquí, estaban en el índice ese y no se podía…. Y en Albacete, en Noé Garrido, comprábamos libros también en la habitación de atrás. Y todo eso viene del grupo de Victoria y esas cosas han quedado para siempre. Las comidas que nos daba y el té victoriano (entre risas) de salchicha, eso ya se ha hecho la digestión y se acabó, pero lo otro algo habrá quedado.

P: ¿Y en qué años era esto Godofredo? Estas reuniones con Victoria Gotor.

GGE: De los años 70, en adelante.

… Juan Amo también, Roberto Ortíz Sarachaga que también pintó, Benjamín Palencia que firmó y no pintó.

P: Cuéntanos, cuéntanos esa anécdota.

GGE: Victoria nos juntó a todos para proponernos, tomando un té. Los tés de Victoria eran formidables, primero te comías dos salchichas (entre risas) con pringue correspondiente y luego un té (entre risas). Eran muy graciosos los tés, muy distintos a los ingleses.
Nos propuso que escogiéramos los espacios que había entre ventanas y demás, dando la vuelta dependiendo de lo que quisiéramos pintar, y a Benjamín Palencia se le reservaba el testero entero como es natural. A Benjamín le pareció muy bien, los demás elegimos nuestro sitio y él cogió una caja de pintura que estaría de Roberto o mía o de Juan Amo, allí dispuesto para acometer aquello, puso muy grande, recuerdo, no sé si tendría un metro, B. Palencia, cada letra con un color y nunca más. Los demás todos cumplimos nuestro encargo y él no lo cumplió.

Antonio Ramírez de Lucas. Era psiquiatra y estaba en Nueva York, y cuando venía de vacaciones a Albacete, que vivía su familia, hermano de Juan que donó a Albacete toda la colección popular, que desgraciadamente se está deshaciendo en los sótanos de humedad del Ayuntamiento.


P: Te voy a preguntar por otra mujer, gran amiga tuya, y creo que muy relevante para la cultura de Albacete. Carmina Useros.

GGE: ¡Oh! Carmina Useros, muchos años después por la diferencia de edad, se incorporó también. Victoria la llegó a conocer y a tratar, pero no formaba parte del grupo, por la diferencia de edad, ¡claro! y circunstancias, pero, así como Victoria se ubicó más en Albacete y luego se fue a vivir a Hellín y el grupo también la seguíamos, Carmina se centró más en Chinchilla, y en Chinchilla, aparte del Museo que ha quedado de Cerámica, aparte de eso, en su casa de “Las Pilicas”, conferencias constantemente, cocinaba como sabes, divinamente y todas las personas y personajes que pasaban por la ciudad de interés, casi todos recalaban, pues no había que enseñar nada y Chinchilla era lo más enseñable próximo que teníamos.

P: Godofredo te voy a preguntar por Antonio López.

GGE: ¡Ah sí! Antonio López…

P: Háblame de Antonio López.

GGE: … y su vinculación, que es lo que nos interesa, su vinculación con Albacete. No vamos a hacernos ahora de críticos.
 
Su vinculación con Albacete viene del Cultural Albacete que fue algo que tuvo una importancia, trastocó Albacete, lo modificó. Pero lo que sí se es que fue tal éxito que al final, cuando ya el tiempo que se le adjudicó se acababa. La dirección de los March, aquel que pagaba todo esto, los ayuntamientos y demás solamente ponían sitio, pero todo lo demás… ahí cobraba todo el mundo porque era así, ¡cobré hasta yo! que no tengo por costumbre cobrar nunca, pero era obligatorio porque no podía pertenecer a una cosa de cierta calidad, alguien que pasa por la puerta, hay que justificar algo.

P: ¿Por qué era la Fundación Juan March?

La Fundación Juan March.
Vino Yuste, que así se llamaba el Director General a traer una noticia muy grata a Albacete, que es a hacer una exposición por primera vez, individual, de Antonio López.
Le costó mucho trabajo convencerlo y tal, y Albacete, en fin, bueno, bien. Se propone Paris y va sobre ruedas, pero proponerle a alguien que su primera exposición individual se haga en Albacete, si no es por la gran potencia que tenía la Fundación, el no era seguro. Esa es la vinculación primera de Albacete.
Fue tal el éxito de la exposición, que fue prolongada mes a mes, varios meses. Los catálogos no sé cuántos tuvieron que reproducirse.
Precisamente, el día de la inauguración, bueno yo estuve antes con él ayudándole a montar la exposición y tal, porque éramos compañeros de Bellas Artes de Madrid, no amigos íntimos porque había una diferencia de edad que todavía existe, lo que pasa que en esa época se nota más, él pertenece a un curso, yo a otro, pero ¡en fin!, éramos conocidos.
Me puse a su disposición cuando aceptó venir, para ayudar a montar a lo que hubiera hecho falta.
El día de la inauguración yo di una comida en mi casa de Chinchilla. Se desmontaron los dormitorios para poner mesas por todas partes y solamente invité a los amigos que venían de Madrid, nada más. De Albacete, nadie. Porque si invito a uno, dime tú ¿a quien dejo fuera? Ni alcaldes, ni nada, el único Juan Amo que era también compañero de Madrid que estaba aquí, y entonces a mi casa todos.
También eso unió un poco más y poco a poco. Se le invitó luego a una conferencia que también está por ahí, que yo hacía de florero a su lado, de presentador, que también está por ahí, luego lo vemos. Y poco a poco se hizo la Bienal, se hizo jurado de la Bienal al cual yo también pertenecí de jurado durante unos años, y poco a poco, poco a poco. Luego hace cada año, una lección magistral anual, bueno, que ya casi parece nuestro. La única pena es que no se hubiese hecho el museo él como capitoste y sus compañeros, que iban a hacer del Realismo en Albacete, en la casa de Fontecha. La política es así, cambió el signo político, y eso que estaba todo enjaretado, no ultimado del todo, pero sí enjaretado, no se llegó a hacer, como hemos visto. Lo hemos perdido. Un museo que en Albacete estamos escasos de enseñar cosas, por eso había que subirlos a Chinchilla que había algo más, pero en Albacete la Plaza de Toros, el Pasaje Lodares, y la Feria por fuera y se acabó, más o menos, ¿no?, ahora la pintura de la Catedral, otra cosa a enseñar. Así es como Antonio, poco a poco, se vinculó a la ciudad de Albacete.

P: ¿Alguna cosa más Godofredo, te apetece contarnos?

GGE: Estoy tan a gusto y recordando cosas contigo, que podríamos estar un poco más, pero creo que la mesura es una de las cualidades que menos abundan y más importancia tiene, la medida, la mesura, así es que…

P: Pues muchísimas gracias, Godofredo, muchísimas gracias por aportarnos tu fuente oral para el Archivo de la Palabra.

GGE: Muy bien hija mía…

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