Rubí Sanz Gamo

Directora del Museo de Albacete desde 1983, salvo un intervalo de seis años en el que dirigió el Museo Arqueológico Nacional. Fue Consejera de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha. Es miembro fundador  del Instituto de Estudios Albacetenses. Participó en la transformación cultural de la ciudad en la época de la Transición y no ha dejado de luchar para que el Museo de Albacete sea un centro de referencia del patrimonio de la provincia.

Fecha de entrevista: 08/04/2021

Comarca: Llanos de Albacete
Municipio: Albacete
Provincia: Albacete
Pais: España
Año Nacimiento: 1952
Género: MUJER
Entrevistadora: Esther Pérez

P: Bueno pues lo primero de todo, díganos la fecha y lugar de nacimiento.

INFANCIA – FAMILIA: 

RSG: Nací el 12 de junio de 1952, en Madrid, en una clínica del barrio de Arguelles donde vivía mi familia paterna. Me bautizaron en Madrid, en la Iglesia del Buen Suceso. Mi padre era extremeño y mi madre de Albacete. Mi padre era agente comercial y viajaba mucho, entonces mi madre dijo, que, para estar sola en Madrid, mejor estaba en Albacete con su madre y sus hermanas.

Entonces, tenía pocos meses cuando me trajeron a Albacete. Albacete es mi ciudad, es mi sitio. A Madrid la quiero mucho. He estudiado allí, he trabajado allí, parte de mi familia está allí… pero soy de Albacete.

P: Cuando vinieron aquí, ¿compraron una casa?, ¿tenían ya casa?

RSG: No, no, no. Nos fuimos a vivir a una casa de Martosán que acababa de hacerse, todos esos bloques de pisos y allí vivimos.

EDUCACIÓN: 

P: Hábleme un poco de la infancia, la escuela, ¿dónde estudiaste?

RSG: De mi infancia. Bueno… hay recuerdos de todo tipo… Mi abuela vivía por la zona del colegio del Santo Ángel, y por eso fui un año o dos allí, cuando era muy enanita. Luego estuve en La Enseñanza, y luego a la escuela pública, en Las Graduadas,  con una maestra, Doña Virtudes, que también nos daba clase particulares en su casa y me enseñó muchísima ortografía, de esa que ahora ya no se enseña y que internet ha destrozado.
Hice Bachiller siendo muy pequeñita e hice todos mis estudios en el Instituto número 1 que era el único que había entonces en Albacete.

En el Instituto recuerdo un profesor que nos daba Historia del Arte, que se llamaba Conesa, que fue quien me metió el gusanillo por la Historia. Hice también el preuniversitario en el Instituto y me fui a Madrid a estudiar con 17 años. Y entré en la Universidad en octubre del año 68, recién estrenadito el feliz y estupendo “Mayo del 68” que hicieron los franceses.

Y digo estupendo, y siempre he reivindicado el espíritu del 68,  porque en el plano de los Museos, que es en el que yo he trabajado toda la vida, ellos lanzaron un grito muy revolucionario que era “la Gioconda al Metro”, y que no era sino el deseo de cambiar los museos, de hacerlos sitios distintos, más integrados en la sociedad y con el mundo en el que vivíamos.

P: Has comentado que estaba solo el Instituto número 1 por aquel entonces en Albacete.

RSG: Bueno sí, cuando yo hice sexto de bachiller se inauguró el 2. El 2 que fue el masculino, el que ahora es número 1 se quedó como femenino y el 2 era el masculino.

P: ¿Quiénes estudiaban entonces? ¿Había diferenciación social?

RSG: No tengo ese recuerdo porque…, es decir, yo tenía dos grupos de amigas. Unas que eran hijas de médicos, de profesores. Pero luego tenía otro grupo que me era muy estrecho, de gente que vivía por la calle Tejares, de la calle Tejares de antes, no de la de ahora, es decir de gente de una condición social más humilde y otros no. Pero la gente estudiaba con becas, pero yo nunca vi que hubiera discriminación social, por lo menos en la clase y con la gente que yo recuerdo.

¿Qué la había?, evidentemente. Yo vivía en la calle Marqués de Villores, donde estaban los Colegios de Monjas de La Enseñanza y de María Inmaculada. Las chicas de pago de María Inmaculada entraban por la puerta principal, por la que hace esquina y las gratuitas que llevaban un babi blanco entraban por un portón pequeñito bajando unas escaleras por la calle Marqués de Villores, es decir, que esa diferencia evidentemente existía.
Y también existía desde el momento en que muchas personas con una gran inteligencia, cuando acababan 4º de Bachiller, se quedaban…, hacían Magisterio porque era la carrera que podían hacer en Albacete, y no podían salir fuera, porque el sistema de becas era mucho más restringido.

P: ¿En Albacete qué estudios se podían hacer?

Magisterio y Enfermería.

P: ¿Por qué decidió estudiar en Madrid? ¿Por la vinculación que tenía por su familia?

RSG: Porque mi abuelo paterno vivía en Madrid y me fui a vivir en casa de mi abuelo. Estuve viviendo el primer año con mi abuelo, y luego estuve en un colegio mayor. Pero ¡bueno!, era estar con la familia. Yo no tenía a nadie en Murcia, De hecho, yo me examiné del PREU en Murcia, pero no estudié en Murcia, fui a un sitio donde estaba mi familia.

GUERRA – POSTGUERRA: 

Mi padre estuvo en la División Azul por motu propio, nadie lo llevó.  Mi abuelo paterno era farmacéutico en un pueblo de Badajoz y era un republicano de derechas, amigo de Maura. Y a mi padre, cuando estalló la Guerra, con 14 años le metieron preso, no por su ideología, sino porque era el hijo del boticario del pueblo y cuando las cosas se radicalizan, pues se radicalizan.

Pero siempre fue respetuoso conmigo, jamás me dijo nada. En mi familia hay gente de izquierdas, de derechas… peros convivimos y nos llevamos estupendamente bien. Desde un primo hermano implicado en un golpe de estado… pero existe ese diálogo y nos han educado en que la familia es muy importante. Somos una familia muy unida, y muy estrecha, y eso también influye en el respeto y en saber que el que está en frente no tiene por qué ser tu enemigo.

OCIO Y TIEMPO LIBRE:

P: Volviendo a Albacete, hasta que se fue a Madrid ¿Cómo era la vida en Albacete? ¿Qué tipo de ocio había?

RSG: El ocio no había. La vida era el pasear para arriba y para abajo por la calle Ancha, desde la punta del Parque hasta la plaza del Altozano. Había una cafetería muy pequeñita, muy graciosa que se llamaba Aldonza. Había otro sitio que era Plácido, que tenía unas tortitas riquísimas, y luego estaba el Hogar de la Falange, donde luego estuvo Simago. Y que yo recuerde, no había más en la calle Ancha. Pero, además, ¡claro! entrabas a lo mejor a una cafetería, a Plácido si que recuerdo entrar, a Aldonza pues recuerdo haber entrado alguna vez con mi padre, pero ya con el grupo de mis amigas ya no entrabas, esos sitios eran bares, entrabas a una cafetería a tomar un café y una magdalena, o una tortita o algo así, pero nada más, es que la vida era eso.   

Cuando era joven empezaron a abrirse discotecas en Albacete. Había una por la calle Doctor García Reyes, que se llamaba Zodiac. Había otra en el Hotel Los Llanos, luego otra que se llamaba Sandros…

UNIVERSIDAD – DICTADURA: 

P: ¿Cómo era la vida en Madrid?

En Madrid yo fui muy estudiosa, yo estudiaba mucho, y en Madrid sí, viví las dos épocas, es decir la de la Universidad con mucho estudio y por supuesto, toda la época del Movimiento Estudiantil, sí que lo recuerdo perfectamente. Lo recuerdo muy bien porque a mí me pilló. Sobre todo, recuerdo más que en segundo, recuerdo mucho mejor mi tercero de carrera, que fue el curso 71-72…cuando entraban los grises a la Universidad, te pegaban palos. Yo recuerdo una vez, que mi Facultad, acceder ahí era como meterte en una ratonera y recuerdo uno de esos días de revueltas que entraron los grises pegando palos, y que otra persona y yo subimos corriendo las escaleras hasta el noveno, donde estaba el Departamento de Historia del Arte, y nos fuimos a refugiar, y salió un catedrático diciendo: “¡noo!, aquí no…que mirad, mirad han disparado”, y efectivamente recuerdo muy bien que detrás de un sillón, que había como en un pasillo donde había unas mesitas y unas sillas, había una bala encastrada en la pared.  Esas épocas la verdad es que eran duras, porque no sabías lo que iba a pasar, pero por otra parte eran muy dinámicas.

Yo estudié además en un colegio mayor que se llamaba Mara, que era un colegio muy especial, aparentemente muy pijo, de hecho, había niñas muy pijas, muy ricas…pero había unas monjas que organizaban dentro del colegio reuniones de la Plataforma Democrática. Y recuerdo un día a los grises intentando entrar en el colegio y una superiora, una madre muy fuerte que no les dejó entrar. 

CONCIENCIA SOCIAL – POLÍTICA: 

P: Esas revueltas estudiantiles, ¿las viviste como mera espectadora o ya se te había despertado cierta conciencia política o social?

RSG: No, era más espectadora. Lo que pasa es que cuando vives eso, pues te vas sensibilizando ¿no?, pero ya he dicho antes que era muy estudiosa. Estudiaba muchísimo.

P: Entonces, ¿cuándo se despertó entonces tu conciencia social y política?

RSG: Pues yo creo que fueron ya los dos últimos años de Universidad. En el penúltimo año, fue mi quinto de carrera, cuando acabé, volví a Albacete y recuerdo de empezar a estudiar las oposiciones de instituto, me iba a la biblioteca pública a estudiar y cuando llevaba como dos semanas, dije que esto no era lo mío y fue cuando volví a Madrid e hice los cursos de doctorado, entonces era un año solo. Y ya cuando acabé ese curso, que acabé en junio del 75, volví a Albacete y ya empecé a hacer prácticas en el Museo. 

P: ¿Qué supuso la muerte de Franco, qué cambios hubo?

RSG: Yo tenía un hermano que estaba mucho más sensibilizado que yo. Y así me empecé a meter. Yo no estaba vinculada a ningún partido, pero pronto fue cuando se abrió la Librería Popular, me acercaba por ahí, colaboraba con alguna exposición… y fue ahí donde empecé a conocer a alguna gente.

PARTIDOS POLÍTICOS:

Mi hermano se había afiliado al Partido Comunista, por lo tanto, pues había un ambientillo, pero…

Yo entro en política cuando voy al mitin de Felipe González en la Plaza de Toros, iba con un amigo arquitecto que estaba afiliado al PP, y me dieron un carnet del PC a la salida. Fue cuando me involucré más en política. Y ya fue cuando conocí al que luego sería mi marido, a Pedro Bolívar.

P: Después de dejar el PC ¿se afilió a otro partido?

RSG: Cuando me presenté en las listas de las municipales en Albacete con Manuel Pérez Castell y luego como consejera era independiente. Pero luego me afilié al PSOE.

P: ¿Militaba usted en el PCE cuando se celebraron las primeras elecciones municipales?

RSG; No, no, yo entonces no militaba. No. Milité después, y fui candidata con Pedro en el año 82, candidata rellenando lista, al final de la lista. Además, recuerdo que nos casamos en plena campaña.

P: ¿Cómo era la campaña entonces? ¿Qué acciones hacíais?, ¿dónde celebrabais los actos?

RSG: Los actos los hacíamos donde se podía.  Yo salí mucho con Pedro Bolívar a los pueblos. También en las casas de cultura, en la calle… y recuerdo muchas pegadas de carteles, que era lo que hacían todos los partidos.
Luego hubo aquella crisis del PC en Albacete y yo ya dejé aquel partido, y ya está.

P: ¿De qué año estamos hablando?

RSG: Del 83

P: Del 83. Que coincidió prácticamente con la entrada o fue anterior a la entrada al Museo como Directora.

MUSEO – UNIVERSIDAD: 

El otro día, en el tanatorio, cuando murió Miguel Panadero, a Carmen, a su mujer le decía que su marido había estado siempre en mi vida. Y es cierto, es decir, cuando yo entré en la UNED, el director era Miguel Panadero, yo estuve en la UNED hasta el año 84, que fue cuando me hice cargo del Museo de Albacete, porque ya era mucho, el Museo recién inaugurado con todo lo que conllevaba y en la UNED que tenía cinco asignaturas como tutora, era ya mucho. Pero en el año 77, se creó el Instituto de Estudios Albacetenses y yo fui miembro fundador del Instituto y estuve en la Junta Directiva, hasta que me fui a Toledo como consejera.

Tenía, por una parte, una vida política dentro el Partido Comunista en el que estuve cinco años, y luego tenía mi vida profesional por otro lado, que a su vez tenía dos vertientes: una mi trabajo totalmente desinteresado en el Museo de Albacete, primero porque para poder opositar el Ministerio te exigía haber hecho un año de prácticas en un museo. Hacías la solicitud, el Museo lo tramitaba, el Ministerio lo autorizaba y ya podías empezar a hacer prácticas. Eran unas prácticas totalmente reconocidas. Todo aquello acabó y cambió con la Ley de la Función Pública en el 84 porque había gente hacía prácticas y luego se quedaba unos días más y se quedaban como funcionarios o como laborales en la Administración Pública. Y la otra parte, era que, en enero del 76, entré como profesora tutora en la UNED donde estuve muchos años.

Yo recuerdo que Paco Fuster y yo hicimos oposiciones juntos. Era ayudante de Archivo del Estado. Teníamos mucha relación además por el Instituto de Estudios Albacetenses y porque era el director entonces de la revista Al-Basit. Él hizo una oposición de promoción interna el mismo año que yo hice la de conservadora de museos, y una vez que aprobamos estuvimos tres meses en Madrid haciendo unas prácticas, que eran una tontería porque habíamos estado todos en museos previamente, pero nos sirvió para hacernos amigos. Teníamos una relación fantástica. Íbamos y volvíamos todas las semanas en el mismo coche a Madrid. Y recuerdo que me dijo: Me he encontrado en el archivo un documento en el que se te proponía para que te hicieran un contrato y una persona de Albacete, un político, hizo un informe contrario porque tú militabas en el PCE.

MUSEO – PERSONALIDADES:  

P: ¿Cómo se encuentra usted el museo cuando la nombran directora y qué retos se plantea para imbricarlo en el tejido cultural de la ciudad?

RSG: Yo tuve la gran suerte de aprender de Samuel de los Santos, que era un gran museólogo. Tenía una idea muy moderna de lo que tenía que ser un museo.  Su padre había sido el director del Museo Arqueológico de Córdoba. Era una persona fantástica. Samuel de los Santos Giner, que está enterrado en Albacete. Sabía muchos idiomas, sabía muchísimo, pero tenía un problema, entre comillas, porque era judío y socialista. Después de la guerra, intentaron eliminarlo, intentaron depurarlo, pero lo salvó un gran amigo que tenía, que era otro gran arqueólogo: Martínez Santa Olalla, que era nazi, era muy amigo de Goebbels, pero que respetaba mucho a Samuel de los Santos Giner, y eso fue un ejemplo de amistad, de concordia, de respeto por encima de la política. Samuel de los Santos Giner se salvó gracias a Julio Martínez Santa Olalla.

Y Samuel de los Santos Gallego, el hijo, que estudió en la Universidad Complutense de Madrid, y cuando acabó la carrera entró en el Departamento de Historia Primitiva y estudió con Sana Olaya, que era nazi, del régimen, y que fue quien trajo a Goebbels y lo paseó por España

Samuel viene a Albacete viene como comisario local de excavaciones, se enamora de Nieves Sánchez Carrilero, que era la hija del director del Museo, y desde que empieza él compra revistas europeas sobre museos, y de ahí que tuviera una idea muy moderna, y muy abierta.
El Museo de Albacete es resultado de un diálogo entre un conservador de museos como era Samuel de los Santos y un fantástico arquitecto que era Antonio Escario. Y el resultado, es un museo que sigue siendo muy moderno después de 50 años.
Pues bien, esa idea de museo abierto a la sociedad, moderno y dinámico es lo que yo aprendo de Samuel de los Santos. Cuando me hago cargo del Museo estamos en un momento espléndido porque coincide con la creación de Cultural Albacete.

En esos años, algunas de las mejores exposiciones que había en España venían a Albacete de la mano de Cultural Albacete y de la mano de la Fundación Juan March.

DEMOCRACIA – CULTURA: 

En el año 84 se hacen las transferencias de gestión a la Junta de Castilla- La Mancha, pero el museo sigue siendo del Estado. Y siendo Barreda consejero de Cultura, fue una época esplendorosa porque había un diálogo continuo que siguió con Sisinio Pérez Garzón, que fue también consejero de Cultura. Entonces se estaba construyendo la región y la gente que estábamos trabajando en el ámbito de la cultura, íbamos todos a una como Fuenteovejuna.

Había ganas, ilusión y también había más dinero que ahora.

Eran otras circunstancias, y además eran los primeros años de la democracia en España, era el año 84, estábamos en una democracia recién estrenada, todo era expandirse en la ciudad, en la sociedad, en el mundo, en la comunidad científica, fue una época de apertura, muy dinámica. Y yo ahí, de hecho, mi idea del museo parte de ahí, de hecho, ahora mismo, los museos, hay un organismo internacional que es el Consejo Internacional de los Museos, que depende de la UNESCO, ese organismo define a nivel internacional que es un museo, y todos los países se adhieren a las recomendaciones de la UNESCO, los museos son instituciones sin finalidad lucrativa que adquiere…, etc, esta definición está cambiando de una manera muy dinámica porque los museos están cambiando porque la sociedad está cambiando, en algunas partes para mal porque no todo vale.

Los museos tienen que ser lugares abiertos, lugares de encuentros culturales, donde tenga cabida las artes en el sentido más amplio. De hecho, la palabra museo hace mención a las musas que eran nueve. El primer museo que se nombra es un museo alejandrino del S. III a C, y lo formaba obras bellas, pero también había una colección de libros, cosas que provenían de la naturaleza, era un concepto mucho más abierto y es el que a mí me interesa como profesional de los museos. 

Ese aire de apertura que se vivía en ese momento a nivel cultural, era extensible al resto de la ciudadanía.

GOLPE DE ESTADO 23-F: 

P: ¿Cómo recuerda el golpe de Estado? ¿Temieron que todo eso que se estaba construyendo se perdiera?

RSG: Fue un nubarrón que a la mañana siguiente ya estaba disipado. Yo estaba dando clases en la UNED en la calle Isaac Peral, y subió el ordenanza para decirnos que se suspendían las clases y me fui a casa. Yo entonces salía con Pedro Bolívar. Y recuerdo que hubo gente del PSOE y del PCE que se reunieron en el Ayuntamiento y que querían hablar con el gobernador civil, que no quería recibirlos. Pasaron toda la noche en el Ayuntamiento.
Sí que recuerdo que nos decían que la Base, que pertenecíamos a la región militar de Valencia donde estaba Milans del Bosch, que era contraria al golpe de Estado.

Un año, en la embajada iraní, cuando era directora del Museo Arqueológico, al hacerle ese comentario a un militar del Ejército del Aire, me dijo que estaban con los aviones preparados por si tenían que bombardear a los militares sublevados. Y pensé: qué bien porque que haya gente así da esperanza y reafirma ese convencimiento de que en este país estamos gente de muchas ideologías y que lo que necesitamos es respetarnos.

CULTURA – INFRAESTRUCTURAS: 

P: Ha comentado que fue fundadora del Instituto de Estudios Albacetenses. ¿Cómo surge la necesidad de crearlo?

RSG: Surge a finales de los años 60, en la Casa de la Cultura, que estaba en el edificio que hay entre la Diputación y el Teatro Circo y que lo hizo el Estado. En el sótano se instaló el Archivo Histórico, en la planta de acceso había una habitación donde estaba el Depósito Legal, en la planta baja estuvo primero la Caja de Ahorros y luego estuvo el Museo…también estaban los almacenes, un laboratorio fotográfico… en las plantas superiores estaba la biblioteca y arriba del todo el salón de actos.

PERSONALIDADES: 

Al Archivo Histórico iban a investigar Aurelio Pretel, Luis Guillermo García-Saúco, Alfonso Santamaría Conde, Miguel Panadero…, Paco Fuster y de ahí va surgiendo la idea, también con Samuel de los Santos, de combatir la sequía histórica que había en Albacete.

En 1975 se crea la revista Al-Basit que se hace con un gran esfuerzo personal. Con personas que ponen dinero para la edición, y otra persona y yo que íbamos recorriendo las empresas para conseguir publicidad. Y así nació. Desde el principio ya se decía en su editorial que Albacete tenía que contar con una institución al igual que el resto de las provincias. No teníamos nada y también había mucha sequía de publicaciones.

En el año 1977, cuando Al-Basit llevaba cuatro números, la Diputación, con Daniel Silvestre, que era el presidente, decide crear el Instituto y nos nombra a unas personas fundadoras. Las primeras reuniones se hacían en el sótano de la Cafetería Milán, con un presupuesto inicial que creo que era de 75.000 pesetas, una miseria.

Cuando el museo se traslada al edificio nuevo que se inaugura en 1978,  el Instituto de Estudios Albacetenses pasa a ocupar el espacio trasero de la casa de la cultura. Y ahí permanece hasta que se traslada a la sede actual en la época de Luis Guillermo García-Saúco.

En la creación de Cultural Albacete estaba Samuel de los Santos, participó el Ministerio de Cultura, Diputación, Ayuntamiento y la recién creada Junta de Comunidades. La primera exposición que hace el Museo fue la de los Grabados de Piranesi, en el año 83. Entonces con Cultural la relación era muy estrecha, no sólo había actuaciones musicales y teatro, sino también exposiciones y se hacían en el museo, entre ellas también la de Antonio López.

PATRIMONIO: 

P: ¿Qué opinión tiene sobre la conservación del patrimonio en la ciudad de Albacete?

RSG: Es muy duro. Es tremendamente duro. Cuando yo volví de Madrid era alcalde Ramón Bello y fue cuando se destruyó el Alto de la Villa. Se hicieron unas pegatinas y nos paseábamos por Albacete con ellas en las que ponía: “Salvemos de la especulación al Alto de la Villa”, pero no lo conseguimos. Samuel de los Santos como arqueólogo intentó que le dejaran pasar, pero no lo consiguió y el Alto de la Villa se fue al garete.

Sobre el patrimonio, con Luis Guillermo García-Saúco y otra gente, hemos estado trabajando a lo largo de toda nuestra trayectoria. Desde el Museo, por ejemplo, recuerdo cómo se adquiere “La Dolorosa” de Salzillo o el crucificado de marfil que hay.

Ahí hubo muchas complicidades: el Museo, la Asociación de Amigos del Museo que se creó hace veinte años, Luis Guillermo García-Saúco, el Instituto de Estudios Albacetenses.

Durante un tiempo formamos parte de la Comisión Provincial de Patrimonio, que no sé si se sigue reuniendo o no, y en esa comisión hemos dado mucha caña.

Durante un tiempo, desde la creación de los Museos en 1867,  hasta que se crean los Servicios de Patrimonio en Castilla La Mancha, algo tan importante como es la recuperación de elementos del patrimonio que podía estar en peligro, era una función que tenían asignada los museos. Cuando yo entré en el Museo de Albacete, al menos dos o tres veces por semana iba con Samuel de los Santos a ver denuncias de personas que llamaban diciendo que en su pueblo habían encontrado algo.

Ahora mismo esas competencias ya no las tiene el Museo. Cuando hay alguna denuncia la desviamos a la Delegación de Cultura y no sabemos si va o no porque no nos comunican nada. A mí me consta que está perdiendo muchísimo patrimonio arqueológico y me consta con datos.

Y luego está el patrimonio monumental. ¿Y qué es lo que pasa en la ciudad de Albacete? Pues han ocurrido cosas muy duras. Recuerdo que tuve un profesor en la Universidad, Antonio Bonet Correa. Era catedrático en la Universidad Complutense, durante un tiempo fue profesor en la Universidad de Murcia y venía a Albacete a los exámenes de reválida. Él escribió un artículo en el año 1969 en el que decía así: “De haberse llevado a cabo la política de sustitución en las ciudades españolas se parecerían todas a Albacete, el más siniestro agrupamiento humano, mejor dicho, inhumano que existe en la península”.

Albacete nunca fue una gran ciudad. Lo fue en el siglo XIX con Isabel II, pero bueno... aun así tenía sus casas, sus edificios, su propia personalidad… y ha sido una destrucción paulatina que se agrava en la época del desarrollismo. Chueca califica a Albacete como una de las ciudades con más deterioro urbano de la península. Este es nuestro Albacete.

Revertir lo que se destruyó es imposible, pero ¿ha conseguido frenarse ese deterioro?

Se ha conseguido una parte. Hay leyes de Patrimonio que protegen, hay catálogos, lo que pasa es que a veces se es tan sumamente proteccionista que se llegan a extremos absolutamente ridículos.

Por ejemplo, ¿qué pasa? Pues que una escultura como la de José Luis Sánchez, que está colocada en la salida de la carretera hacia Alicante (José Luis Sánchez ha sido uno de los grandes escultores del siglo XX en España, nacido en Almansa)  y que está hecha con acero corte, con unas texturas, unas cualidades y unos colores…. un funcionario del Ayuntamiento en un momento piensa que qué fea está porque está descolorida, como oxidado…  y la pintan de purpurina y ahí está… pintada de purpurina.  Eso es una auténtica barbaridad.

O lo que ha ocurrido hace unas semanas, que a un señor se le ocurre decir que el Teatro Circo, tiene que ser Patrimonio de la Humanidad y el Ayuntamiento en pleno vota a favor, cuando el Teatro Circo no tiene ni una sola de las características para acceder a esa categoría.  ¿Eso qué significa? Pues es hacer el ridículo para la ciudad de Albacete. Yo creo que la ciudad tiene un edificio magnífico como es el edificio de la Feria, eso sí que es un edificio único, eso sí que lo es, ahí está La Feria, el edificio se conserva y que se siga conservando siempre, hasta la destrucción del mundo.

Hay que aprender a ofrecer calidad. No quiero decir que el Teatro Circo no sea bonito, pero hay que trabajar de otra forma. No todo vale. Ni todo lo viejo es bueno, ni todo lo nuevo es malo. Y eso está muy extendido en la sociedad en general cada vez que se tira algo.

Es que el Teatro Circo, no es… el elevarlo a la misma categoría de la Alhambra de Granada, pues es una barbaridad o que el Taj Mahal o los Dólmenes de Antequera, que son Patrimonio de la Humanidad porque reúnen una serie de características y porque representan algo en la historia de la humanidad. Esto no representa nada en la historia de la humanidad porque lo del circo es mentira, sí, fue circo, pero después el circo se destruyó, es decir, ni siquiera conserva el circo original. Eso es lo que opino del patrimonio de Albacete.


MUJER – IGUALDAD: 

P: ¿Cómo ha compaginado su trayectoria profesional con su vida personal?

A lo mejor porque he sido toda mi vida muy luchadora, muy emprendedora… y tengo un defecto: que no sé decir que no. Y, por ejemplo, en política había otras mujeres que eran tremendamente activas, y yo era una más. Fui en una lista electoral pues porque era ejemplo de una profesional metida a política, pero iba en una lista que no iba a salir.
Es cierto que he sido más pionera en algunas cosas. Fui una mujer pionera en la investigación, que en esta provincia estaba muy relegada a los hombres. De hecho, ¡cuántas mujeres formamos parte del IEA y cuántos hombres!, que no es sólo una cuestión de números, pero hay mujeres muy buenas que están fuera.
Los museos han sido un reducto donde ha habido mucha participación de las mujeres, por aquello de que era una profesión más amable, relacionada con el arte, un poco bucólica, amable...

Luego, cuando fui consejera recuerdo qué en aquel gobierno de José Bono, estábamos tres mujeres: Matilde Valentín, Araceli Muñoz y yo. Ahora los gobiernos son más cremallera. Para mí fue una experiencia corta, pero en la que aprendí muchísimo.

En el Museo Arqueológico Nacional sólo ha habido tres mujeres directoras a lo largo de su historia.

Te dejaban entrar, pero siempre que no ocuparas cargos directivos.

En política, en las primeras elecciones democráticas ¿cuántas mujeres había en el Parlamento? Y el hecho de que una mujer fuera en una lista, pues era un poco un atrevimiento por parte de una mujer.
Nunca he sido una persona activa dentro del movimiento feminista. Por supuesto, que lo defiendo totalmente.

P: Pero ¿cómo ha sido el tener que relacionarse con otras instancias superiores?

RSG: Entré en un ministerio con mucha representación femenina. De hecho, en las oposiciones a museos éramos muchas más mujeres las que aprobamos en esa tanda. Y cuando fui consejera tenía toda la autoridad y no tenía que achantarme ante nadie. No encontré resistencia, pero también porque las personas de mi equipo y con las que me relacionaba tenían unas convicciones democráticas muy profundas en torno a la participación y a la igualdad.

En el Museo Nacional Arqueológico entré con una mujer de ministra de Cultura, que era Carmen Calvo, y con ella no podía tener ningún problema. La conocí cuando fui consejera de Cultura, y es una mujer a la que respeto y admiro muchísimo. Por lo tanto, no tuve ningún problema porque mi persona de referencia era una mujer feminista y muy luchadora.

P: ¿Qué puede decirme de su experiencia en la Consejería de Cultura?

Fue muy enriquecedora porque me permitió enfrentarme a gestionar la cultura en una región como la nuestra, con tantas carencias, porque es gigantesca,  muy despoblada y ha tenido muy pocos recursos. Nunca ha sido una región rica ni una región favorecida.

POLÍTICA: 

P: ¿Qué valoración haces del actual panorama político?

RSG: En general, echo mucho de menos esa escuela de Administración Pública que tienen los franceses, donde los políticos se forman en una serie de prácticas que tienen que ver con la democracia y con el conocimiento de la legislación vigente. Eso me parece muy importante. El político necesita saber en qué campos puede moverse.  Y si considera que los campos legales no son socialmente justos, pues tendrá que cambiarlos conforme va a avanzando la sociedad.

Por otro lado, yo es que creo en el diálogo. Cuando fui consejera dialogaba con el PP y con el alcalde de Toledo que es la ciudad patrimonial más importante de Castilla La Mancha, y la alcaldía entonces era del PP, pero la consejería no podía ir de espaldas al patrimonio de una ciudad como Toledo.

Echo de menos en los políticos actuales esa falta de diálogo. Hay que construir respetando las diferencias. Ahora lo primero es hablar, cuando lo primero sería preguntar y luego opinar. Se critica por criticar, se extienden bulos… Necesitamos un poco de sosiego. La política española ahora mismo, veo que está muy crispada, necesita ese sosiego porque la sociedad necesita ese sosiego. Hay que hacer una labor de educación fortísima porque hay cosas que asustan. Cuando ves lo que está pasando, cuando ves los programas que hay en las televisiones y los programas que hay en las televisiones están educando a la gente.
Tampoco podemos engañarnos, los políticos surgen de la sociedad y está educado en esa misma sociedad. Pero hace falta una madurez muy grande y que mucha gente echamos de menos ese diálogo y esas voluntades que había en la Transición, sobre todo porque había respeto, y el respeto ahora no existe.

Y luego la pandemia ha demostrado que uno de los apoyos psicológicos de las personas, ha sido el refugio en la cultura, ha sido el refugio en la música, ha sido el refugio en los libros, el refugio en las imágenes del cine, de los cuadros. Eso ha sido el refugio ante la soledad que nos supone esta pandemia y esta situación tan dramática, y tan tremenda que vivimos todavía.

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